El pasado 12 de
septiembre, Joaquín Gorrochategui pronunció una conferencia en el Museo
Arqueológico Nacional de Madrid con el título “¿Qué es la paleohispanística?”
dentro del ciclo de conferencias “Nuestras primeras lenguas: las lenguas y las
escrituras paleohispánicas”, coordinado por Javier Velaza, catedrático de filología
latina de la Universidad de Barcelona. La conferencia se centró en las lenguas habladas
en Hispania antes de la latinización que tuvo lugar en la época romana y en particular
en sus testimonios epigráficos. Está disponible en YouTube en https://www.youtube.com/watch?v=HPvSBwM6pLA&t=19s
Llama la atención que Gorrochategui le dedicara solamente 45 segundos (a partir de 1:07:04) de los casi 70 minutos que duró la conferencia a las inscripciones vascónicas de Hispania (aunque habla brevemente durante 1’29” de las inscripciones aquitanas – al norte de los Pirineos - a partir de 16:20), lo cual es sorprendente, teniendo en cuenta que su especialidad más reconocida es la lingüística histórica vasca. La escasa atención que Gorrochategui prestó a las inscripciones vascónicas contrasta con el foco de interés de la audiencia, ya que de seis preguntas que le hicieron, cuatro se referían a la lengua vasca, de manera que Gorrochategui habló mucho más tiempo de la epigrafía vascónica en el turno de preguntas (a partir de 1:11:55) que a lo largo de su charla.
Entre las cosas
que dijo Gorrochategui hay algunas que tienen interés para el asunto de
Iruña-Veleia:
1. Admite la presencia
de antropónimos y teónimos vascónicos en inscripciones del norte de Zaragoza,
Navarra (incluyendo la zona de Estella), Álava y las cuencas altas de los ríos
Cidacos y Linares (en Tierras Altas de Soria). Estas últimas inscripciones las
sitúa en la época altoimperial (siglos I-II d.C.).
2. Afirma que “no
se puede decir que haya habido una invasión o una transferencia de lengua de
Aquitania a la Península Ibérica”.
3. Sobre la equiparación de la lengua hablada con la de la onomástica de las inscripciones (como hacen
algunos proponentes de la vasconización tardía) dice que “no hay que olvidar
que es una proyección” y que la adopción de nombres latinos “no quiere decir
que automáticamente la lengua pasara a ser la latina”. Por extensión, lo mismo se
podría decir de la adopción de nombres célticos por parte de vascohablantes.
4. Todo ello sitúa
a Gorrochategui en una posición claramente antagónica a la hipótesis de la vasconización
tardía (en especial por su reconocimiento de la tipología vascónica de los antropónimos
de las inscripciones de las Tierras Altas de Soria y su adscripción a la época altoimperial,
lo cual es incompatible con dicha hipótesis). Almagro, Abaitua y otros defensores
de esta hipótesis, que la utilizaron para desacreditar los hallazgos de
Iruña-Veleia, deberían de tomar nota.
5. Sobre las
inscripciones lusitanas y celtíberas, explica que fueron escritas las primeras en
su totalidad y las segundas en parte utilizando el alfabeto latino, lo cual
implica que lusitanos y celtíberos habrían llevado a cabo un proceso de estandarización
y normalización de la escritura de su lengua utilizando dicho alfabeto. Contradictoriamente
con ello, en su informe sobre los grafitos de Iruña-Veleia, prácticamente niega
esta posibilidad a los antiguos hablantes de la lengua vasca afirmando que “los
óstraca vascos de Iruña-Veleia nos estarían indicando la presencia de una
fuerte tradición escrita en lengua vasca entre los caristios, tradición escrita
que por razones totalmente desconocidas desparecería completamente al final de
la antigüedad dejando a los vascos como analfabetos totales en su lengua hasta
el siglo XV. Es decir un salto histórico de difícil explicación”. A esta
argumentación se puede responder que las “razones totalmente desconocidas” por
las que despareció la escritura en lengua vasca serían las mismas que
provocaron la desaparición de las escrituras en íbero, lusitano y celtíbero,
que son las que abocaron a la imposición del latín como única lengua escrita en
el occidente del Imperio Romano, lo cual no implica necesariamente que las
lenguas paleohispánicas dejaran de hablarse al tiempo que desaparecía su
escritura: el vasco se sigue hablando hasta la actualidad y, según algunos
autores, como Menéndez Pidal, el íbero podría haberse continuado hablando en
algunas zonas hasta la época visigoda, aunque la documentación escrita de la lengua
solo alcanza hasta el siglo I d.C.
Es curioso lo que
dice Gorrochategui en el turno de preguntas de que el vasco en época
tardoantigua y visigótica-franca “se miró hacia dentro y se constituyó como una
especie de lengua unitaria” de la que derivarían los dialectos actuales. Es
sorprendente que un lingüista de su nivel utilice, en una conferencia no divulgativa,
términos tan coloquiales y poco académicos como el de “mirarse hacia dentro”. ¿Cuál
es el término lingüístico de este fenómeno? ¿Hay paralelos en otras lenguas? Yo
lo que sé es que las lenguas se uniformizan cuando se oficializan dentro de una
estructura política organizada o, en época más reciente, a través de un sistema
educativo público o de medios de difusión escritos o de comunicación de masas, nada
de lo cual es aplicable al vasco antiguo. Lo que sí puede haber ocurrido es que
algunos dialectos existentes en la antigüedad se hubieran extinguido, como se
han extinguido otros en épocas más recientes, y de esa extinción podría haber resultado
una menor diversidad dialectal. Yo, personalmente, no creo en la hipótesis del euskara batu zaharra (vasco unificado antiguo) en época tardoantigua
o visigoda, teniendo en cuenta la diversidad léxica actual entre dialectos,
que, por ejemplo, en los nombres de los días de la semana o de los meses es mucho
mayor que en toda la extensión de las lenguas romances.