A raíz del artículo El «Itinerario de Barro». Cuestiones de autenticidad y lectura de C. FERNÁNDEZ OCHOA, Á MORILLO CERDÁN, y F. GIL SENDINO que afirman que se demostró la autenticidad con la técnica de termoluminescencia de las 4 tablillas que introduciremos a continuación, sería interesante evaluar si las afirmaciones epigráficas tienen algún valor demostrativo a la hora de evaluar un la autenticidad de un elemento epigráfico.  

Las 4 tablillas forman una llamada itineraria adnotada de la zona de Astorga, supuestamente del siglo I AD (ver p. ej. Wikipedia para detalles epigráficas).
 Sobre sus aspectos físicos nos informa el epigrafista Antonio García y Bellido (1975) en El llamado «Itinerario de barro», uno de los pocos epigrafistas que realmente las ha estudiado físicamente:

Volviendo a las tablillas dígase, antes de otra cosa, que los cuatro tituli cerámicos están escritos en mayúsculas cursivas o actuarias como casi imponía el material del documento –barro tierno– que, en este aspecto, venía a ser lo mismo, virtualmente, que la cera de las tabellae ceratae. Para su trazado se usó de un punzón o stylus, que hubo de ser en todo igual o muy similar al habitualmente usado en estas tabletas enceradas.

Son inscripciones tipo antes de cocción, lo que implique que la inscripción es anterior al proceso de cocción, el mismo autor menciona la presencia de pátina. Es generalmente conocido en el mundo de la arqueología que se puede datar con bastante precisión el momento de cocción de gran parte de las cerámicas con la técnica de datación por termoluminiscencia. La técnica es utilizado de manera rutinaria para verificar la autenticidad (la edad) de objetos cerámicas desde muchos años en el negocio de antigüedades, y muchas empresas la ofrecen (ver p. ej. aquí). La técnica ya se aplica desde hace más 20 años en este tipo de aplicación. Así que discutir sobre la autenticidad de inscripciones antes de cocción sin mencionar esta técnica y la necesidad de utilizarlo como prueba científica fiable demuestra una grave falta de rigor científico.

 (Imagén proporcionado por Abo en Terrae Antiguae aquí; se trata de la tablilla nº 2)

Datación por termoluminiscencia

Sin entrar realmente en la físcia detrás de la datación conviene entender los principios.
Cualquier material en nuestra tierra sufre un constante bombardeo por radiactividad natural (de origen cósmico, de la tierra etc.). Esta radiación genera ‘daños’ a la estructura cristalina (podemos imaginarnos deformaciones). Cuando se calienta el material por encima de los 500ºC estos ‘daños’ se curan, y la energía acumulada es emitida en forma de luz. La cantidad de luz es proporcional a la cantidad de daños, a más daños, más luz.

La cantidad de daños es proporcional con el tiempo, si suponemos que el lapso de tiempo pasado es el doble, la cantidad de luz será el doble. Basta calibrar la escala y tenemos un cronometro que nos indica desde cuando se ha ido acumulando ‘daños’, es decir p. ej. la última vez que el material fue calentado por encima de los 500ºC.

En la practica se necesita minerales de cuartzo y feldspatio (y se pueden datar hasta granos de arena individuales), y de alguna manera se debe estimar la dosis radioactivo que ha recibido el material.

Por la naturaleza del proceso será extremadamente difícil de falsificar la edad por termoluminiscencia de un objeto.

La discusión epigráfica

La epigrafista A. CANTO dio en Terrae Antiquae su opinión sobre el asunto y hace un resumén de lo que es para ella en 2009 el state of the arte relacionado con las tablillas:

Sí, ésa es, la placa II (la IV para García y Bellido), la única que presenta el asidero superior, y la única que según J.M. Roldán Hervás sería genuina, en lo que estaría de acuerdo (si acaso no es también falsa).

Él trató de ellas, en efecto, primero en «Las tablas de barro de Astorga, ¿una falsificación moderna?», Zephyrus XXIII-XXIV, 1972-1973, págs. 221-232, y luego en Itineraria hispana. Fuentes antiguas para el estudio de las vías romanas en la Península ibérica, Valladolid-Madrid, 1975. Dedica en este libro un capítulo a «Las tablas de barro de Astorga», págs. 163-175 (con láms. XXIII-XXX). En concreto comienza (pág. 165): «Una ojeada a las cuatro tablas permite observar que sólo una de ellas, la segunda, presenta caracteres genuinos y espontáneos, frente a las otras tres, en las que el tipo de letra es más pesado y no puede disimular su carácter de copia, de imitación de los tipos de aquélla«.

La más convincente prueba que ofrece (pág. 166), al comparar las letras en las distintas tablas, es justamente sobre la M en el DACTIONVM IX (además mal escrito, por DACTONIVM IX) de la antepenúltima línea (que por cierto se ve estupendamente en la foto que Ud. puso), que es la única M que aparece en esta tableta, esto es, para un copista el único ejemplo de M «buena» en el que podría inspirarse.*

Como ve, el numeral I del IX quedó bastante pegado a la M, con lo que, para un no experto (y estamos hablando de comienzos del siglo XX), puede parecer la abreviatura del praenomen Manius (que une M, A y N). Pues bien, en las tres tablas restantes todas las M se hacen de esa manera, lo que por sí solo ya demuestra que son falsas, pues tal M quita todo sentido a la palabra en la que está. Hay otros detalles, pero ése es muy significativo.

Podría ser falsa también esta segunda placa, dice Roldán (pág. 167), al analizar el extraño final con C. LEP.M /II VIR que, si se fija Ud., entre otras rarezas presenta interpunciones al pie de las letras, algo insólito en epigrafía latina. Pero, «para salvar la autenticidad de la tablilla II», concluye que esas dos líneas podrían ser una adición del falsario. Pasa luego a estudiar vías y trayectos, que confluyen en la misma idea de la falsificación.

Vea ficha de cada una con los dibujos y fotografías de ellas, y una bibliografía bastante completa, en Hispania Epigraphica On Line, fichas núms. 14524 a 27, bajo “Itinerario de barro”.

Ahí verá que aún se mantienen las piezas como discutidas, igual que en el EDCS alemán (bajo la errónea localización “Sebastián”, quizá por su primer propietario). Ello se debe a que otras firmas importantes han seguido abogando por su autenticidad, como A. García y Bellido o Alain Tranoy (el artículo del viejo maestro es consultable aquí, está muy bien para seguir la bibliografía hasta 1975). Pero, junto con otros detalles, el señalado error de las M tiene demasiado peso como para aceptar las tablillas I, III y IV como buenas.

Recuerdo ahora que hace poco Roldán ha hecho otras dos referencias a la cuestión: con F. Wulff en Citerior y Ulterior. Las provincias romanas de Hispania en la era republicana, Madrid, 2001, y en su “El Camino de la Plata: iter o negotium”, Gerión vol. Extra, 2007, págs. 323-340, donde dice: “(el Anónimo de Rávena)… la primera fuente antigua que nos da toda su extensión, de Mérida a Astorga, si dejamos de lado el peculiar y, a mi parecer, decididamente falso, Itinerario de Barro…”.

Pienso lo mismo, pero no me extrañaría en absoluto que, sobre todo en Asturias, o en el Museo de Oviedo, la idea no se aceptara muy bien. Saludos.

 ¿Argumentos epigráficos realmento son determinantes en la evaluación de la falsedad?
¿Hasta que punto las guerras entre escuelas influyen en la formación de opiniones?

*) Curiosamente el epigrafista A. Garcie y Bellido considerá las mismas observaciones como meros curiosidades:

En cuanto a la M normal la vemos al terminar con otra extraña forma en MI, es decir, que
muestra un palo vertical más, de tal modo que pudiera creerse, si la lectura no fuera en todos los casos segura, en una ligatura de MV, o en una sílaba.MI, sin ser ni una cosa ni otra. Por el momento no recuerdo haber visto caso similar en otras inscripciones. Es este, por tanto, un rasgo especifico de las tabellae, en todas las cuales aparece.

Resultados termoluminiscencia y conclusión

Leemos en el informe en anexo del artículo de C. Fernández Ochoa, Á. Morillo Cerdán y F. Gil Sendino / El Itinerario de Barro. Cuestiones de autenticidad y lectura, Zephyrus, LXX, julio-diciembre 2012, 151-179, todavía no en internet, que el Laboratorio de Datación y Radioquímica de la Universidad Autónoma de Madrid certifica las siguientes fechas TL para respectivamente las tablillas I, II, III y IV:

MADN-5767rBIN: 1700+-202 BP, MADN-5781BIN: 1783+-138 BP, MADN-5782BIN 1734+-134 BP y MADN-5787BIN 1743+-207. 

Ya sin elaboración estadística se observa que las edades de las 4 tablillas coinciden y que son romanas del siglo III/IV sin lugar a duda, visto que la edad de las 4 coincide.

Visto también que las inscripciones se realizaron según los autores con stylus («Presentan en la
cara anterior un texto inscrito en mayúsculas cursivas o actuarias, ejecutadas con un stylus, muy similar al que debía emplearse en las tablas enceradas
.»), o entendemos antes de cocción. Lo cual es afirmado también por el epigrafista García y Bellido (1975) quien estudió los originales, contrario a varios epigrafistas que afirmaron la falsedad, y nos afirma: «barro tierno– que, en este aspecto, venía a ser lo mismo, virtualmente, que la cera de las tabellae ceratae«

Tal como está el estado de la ciencia, las inscripciones son romanas, y no son fruto de una falsificación.

Para saber más

  1. Antonio García y Bellido (1975) El llamado «Itinerario de barro»
  2. En el siguiente post intenta la citada epigrafista Alicia Canto demostrar, en mi opinión con argumentos pocos acertados, que la ciencia no sirve para dirimir si un inscripción en cerámica es autentica o no:
    La Arqueometría y la autenticidad de los óstraka de Iruña-Veleia