II

IR-11709.

Se trata de una de las tabellae fabricadas ad hoc para ser ilustradas sobre masa en crudo y, antes de su cocción, aprovechar ambas caras contrapuestas con diferentes finalidades. En una de ellas ha sido plasmado el dibujo de una careta de payaso a la vez que, a su pie y en escala menos generosa, el plano riscado de un teatrillo aparentemente de reducidas dimensiones. De milagro conserva todavía la superficie de esta cara el engobe originario tan sólo afectado por una fractura transversal posteriormente fraguada.

Fig. 19. Pieza IR-11709, cara A.

En cuanto a la cara opuesta, decir que, contrariamente a la anterior, ofrece un texto inscrito en cuatro renglones alusivos a otros tantos nombres de literatos y filósofos de diversas procedencias del ámbito del Imperio Romano: Séneca, Sócrates, Virgilio y, para nosotros ahora como problema, Bescar o Rescar, conforme a la nueva interpretación que del antropónimo hemos llegado a efectuar. No obstante, cabe añadir que, pese a conservar la tabula su forma y dimensiones originarias, dista de ser cuadrangular, poseyendo uno de sus cuatro lados, el inferior, un menor recorrido.

Fig. 20. Pieza IR-11709, cara B.

Ahora bien, cuatro son los personajes objeto de la dedicatoria: SIINECA/ SOCRATES/ VIRGILIO/ BIISCAR?, pero tan sólo los tres nombres primeros, superpuestos horizontalmente, cabrían en tan menguado espacio con la necesaria holgura. No obstante, ya a partir del tercero, y sobre todo entre éste y el cuarto, apenas pudo lograrse la separación estándar, tanto vertical como horizontalmente, de tal manera que hubo  que forzar, hasta cierto punto, el encajamiento del cuarto renglón, para lo cual fue preciso reducir la altura de la letra inicial del mismo, el tamaño de la R del final, así como, imitando lo efectuado en la tercera de las líneas, anexar a la letra final de la cuarta línea, en este caso la R, otra coma finalista similar a la del renglón anterior, bien que un poco más varada hacia la izquierda del lecho del epígrafe de aquella línea. Por otra parte, lo trascendente de ambas comas o rayitas consistiría en recordar la finalización respectiva de los dos últimos renglones a causa de la irregularidad de esta su esquina.

En consecuencia, y contra todos los que en ella creen, cabe decir que no ha existido nunca T alguna al final del antropónimo del último renglón, resultando ser la raya horizontal que algunos creen techillo de una T la que, horizontalmente, marca el final del espacio originario disponible de esa esquina del soporte. Ahora bien, ojo con hacer caso de la limpieza innecesaria efectuada sobre algunas letras de unas pocas líneas, aunque, afortunadamente, tan sólo un puntillo inciso alóctono fue grabado sobre la rayita finalista mentada en aquel extremo del último renglón. Conviene, no obstante, volver, aunque solamente sea de pasada, a esta línea postrera.

Interpretado en un principio el nombre del personaje por el equipo excavador como Mescart, fue corregido posteriormente por el defensor de la falsedad de los hallazgos como DIISCART(es), uno de los pretendidos  grandes argumentos detentadores de la falsedad de todo el complejo de hallazgos efectuados a principio de siglo en Veleia. Ahora bien, para que ello aconteciese, como deseaban, habría sido preciso que la primera de las letras del antropónimo coincidiese con una D, así como la rayita última, ahora tan sobada por este redactor, con el tejadillo de una T. Sin embargo, y tal como puede observarse todavía, la letra inicial de la palabra, tan sólo puede ser B o R, ambas mayúsculas, ya que la mitad superior de la barriga de ambas, sea cual fuere de las dos, se muestra diseñada, conforme puede comprobarse, por una sucesión de puntitos incisos, en lugar de raya continua; cerrándose con ello, primero y definidamente, su mitad delantera superior para, a continuación, iniciarse la inferior con la misma técnica hasta donde puede ser observada, llegando a concluirse, asimismo, a partir de la dirección nuevamente reiniciada para la parte inferior, que las únicas letras que de ese giro pudieran resultar habrían de ser o la B o la R  exclusivamente, pudiendo ser la B, a mi modo de ver, la candidata única, una vez observada la curvatura inicial de la  mitad inferior la misma que la de la mitad superior, pudiendo tejerse así, finalmente, con fundamento más que sólido, el antropónimo BIISCAR, que se identificaría con el ya avanzado en párrafos anteriores.  

Ahora bien, ¿quién es y de dónde podría haber procedido nuestro más que probable BIISCAR? Doy por supuesto que el autor de este intento de tabla honoraria habría querido “honrar” aquí a intelectuales de diferentes procedencias: dos figuras del ámbito romano, Séneca y Virgilio; una más de origen griego, Sócrates, y, finalmente y para compensar, otra que a mí me traslada mentalmente a tener que intuir tierras púnicas: la de BIISCAR. A tal respecto, no podemos olvidarnos de personajes cartagineses con sufijo antroponímico en –ar, ya que en el norte de África, todavía pueden resonar Amilcar Barca de nuestra juventud o, asimismo, el teónimo BES como referente de origen ya que se trata de un dios egipcio del que habrían derivado topónimos y antropónimos diversos (cfr. M.A. Molinero, en J. Alvar Esteban, Mitología Universal. Madrid, 2000). En resumen, que parece  esfumarse para sus defensores el todopoderoso filósofo galo Descartes, personaje que, fallecido en la primera mitad del siglo XVII, habría de estampar aquí su presencia, no buscada por supuesto por los excavadores, para servir de uno de los puntales delatores y sostenedores de la falsedad de los grafitos de Veleia.

Y, a modo de conclusión ¿creéis que posee el mínimo sentido que el supuesto falsificador de los grafitos de Veleia hubiese aportado para sus fines, primero una impecable lista de sabios antiguos de procedencia diversa para, de repente, ponerse él mismo en evidencia como falsificador tras haber metido la pata? Desde luego, los dictaminarios falsarios, y con ello quiero aludir a los que consideran casi todos los hallazgos de las excavaciones de Veleia como falsos, estaban tan convencidos de que allí se citaba a Descartes que, tras  haber leído el resultado de un análisis contrario a ellos relacionado, de alguna manera, con la tablilla cerámica de la inscripción llegaron a sospechar de que la máquina encargada de las pruebas no se hallaba en su punto.

Tan sólo añadir que, con argumentos falsarios de este tipo, no se llega muy lejos en la identificación del gran conjunto de grafitos de Veleia, así como de su contenido.

III

IR-11019.

Nos las habemos, a mi modo de ver, con la “caetra” o escudo acostumbrado de los guerreros galaicos utilizado como icono en la acuñación de monedas de las guerras de conquista cántabras en territorios del extremo noroeste peninsular conforme pude constatar en la ceca militar del campamento de campaña de Lucus Augusti, solar del Lugo actual, a partir de 1986, en el que me cupo actuar de director de una serie de excavaciones arqueológicas de gran trascendencia para la historia de la ciudad. No obstante, la caetra indígena  fue ganando a los legionarios romanos  y, en consecuencia, adoptada por ellos  para defensa propia, lo que fue propiciando su utilización por parte del ejército y, asimismo, para combates  lúdico gladiatorios; es decir, algo similar a lo que pudo haber acontecido en Veleia, muy posiblemente.

Fig. 21. Pieza IR-11019.

Acerca de la inscripción que recorre el perímetro de la que, desde ahora, consideraremos representación de la caetra, se ha llegado a afirmar lo inconcebible, hasta el punto de querer ver en su contenido uno de los más contundentes argumentos de falsedad aportados  por los informadores del pleito, o similar, de parte de la Diputación de Álava a través de  “dictámenes” o simples informes a los que más tarde habremos de referirnos. Vaya por delante, sin embargo, un corto aperitivo de razones.

La interpretación que del texto perimetral del escudo dieron por buena en su día los componentes del equipo informador reunido por la Diputación de Álava reza, pobremente, de la siguiente manera: …VIRGINII MEO CVORE, traducción forzada que solamente podría concretarse en “con la virgen en mi corazón” según puede constatarse, sin sentido alguno, tanto en lo que atañe al texto como al contexto; y como quiera que el vocablo italiano “cuore”, en castellano corazón, coincidiría con la expresión actual, en italiano, de dicha víscera, la consecuencia del hecho habría sido la condición falsaria de su empleo por parte de personas relacionadas, en sumo grado, con la excavación arqueológica efectuada con anterioridad a aquellas datas.

Y bien, ante la interpretación ofrecida por los salvadores de la nada en este caso, hemos argumentado, y seguimos argumentando ahora, que no existe allí ni VIRGINII ni CVORII; MIIO sí, pero el latino, no otro extraño que tenga que ver con los delirios que cada cual posee. Item más, de haberse tratado de lengua italiana, se habría aludido, no aMIIO CUORE, que tampoco encajaría, sino a “…il mio cuore”, según tengo oído y pronunciado cuando me encuentro de visita por aquella tierra, teniendo Meo, adjetivo latino, que ser encuadrado debidamente en la versión que consideramos la acertada.

A mi modo de ver, por tanto, y dejando de lado los errores cometidos por los correctores aludidos, la verdadera lectura, por no hablar de la única posible, y atendiendo a los vocablos allí presentes, tendría que ser:  VIR, INN^III MIIO OVORII y, en versión de minúsculas, vir, innie meo ovore, es decir: “Mozo, únete a mi triunfo”, traducción a la que determinan, tanto la inscripción perimetral circular entre el punto de salida, que viene a ser el mismo que el de llegada del texto del escudo de la caetra, como la corona triunfal de laurel para el ganador ubicada sobre el lugar de inicio, a la vez que del fin de la leyenda perimetral  de aquélla. Resultaría ser, además, por sí misma la corona de laurel todo un símbolo del premio lúdico que solía darse al gladiador o deportista de otras áreas que resultase victorioso en lid tan apreciada por un personal que se supone siempre numeroso.

A pesar de todo, considero útil avanzar algunas precisiones con respecto al texto en sí, de manera que pueda ser bien comprendido en toda su extensión, a pesar de que pueda salir a luz alguna pequeña deficiencia.

De  entrada, sospecho que el componedor originario del reclamo epigráfico en el que nos encontramos ha jugado sin querer con dos formas verbales de casi idéntico significado y parecida ortografía, por cuanto se trata de las modalidades respectivas de los verbos INNIO y ENO, que el cuadratario o lapicida, al tratarse de fonemas similares, habría confundido sectorialmente dentro de su cabeza, aportando a dicho infinitivo la sílaba radical EN-, del verbo ENO,  y el  sufijo  –NIO de la segunda mitad del rótulo del verbo INNIO, mudanza que habría provocado que, en vez del esperado imperativo ENA, en segunda persona, se hubiese obtenido el de ENNIE, en segunda persona también aunque como fruto de un despiste, ya que esa sería la versión llamada a ser engendrada desde el verbo INNIO o, si se prefiere en infinitivo, INNIRE. Que nadie, por tanto, se escandalice, ya que existen por estos lares, y no me refiero exclusivamente a Veleia, multitud de mutaciones parecidas, consecuencia de una lengua que paulatinamente se estaría gestando, por entonces, dentro de la península, si es que no consolidándose para hacerse  perfecta, si ellos fuese posible, pese a los ocasionales defectos amasados a lo largo de la cotidiana expresión de cada cual.

Y, tras lo dicho, volver solamente a mencionar la presencia del vocablo OVORII, con una O cerrada en forma de D que, a mi modo de ver, resulta plenamente  explicable, por cuanto se trataría del infinitivo del verbo OVO, OVARE con el significado de “ovacionar”, matiz  que habría desplazado al académicamente más correcto OVORE. Pequeñeces, pero considero imprescindible aludir a ellas y justificarlas.

En fin, resta añadir, tan sólo, a lo hasta aquí expresado con respecto al hallazgo que se está abordando, la interpretación que creemos más acertada del mismo, así como, escuetamente, de sus derivadas.

Puede mantenerse, por tanto, y para ello podríamos aportar numerosos paralelos que, conforme ha sido adelantado ya, la pieza ha sido moldurada ad hoc en acontecimientos circenses o palestrales sobre molde y con masa húmeda antes de haber entrado al horno, tratárase de la  reproducción de la caetra o de otro tipo de escudos, circunstancia, por otra parte, que vendría a delatar la existencia de una palaestra destinada a este deporte, frecuentemente trágico, tal vez, en Veleia, si no es que se contaba ya dentro de la ciudad misma con un anfiteatro en regla, valiendo la tessera que estamos describiendo de anunciadora de dicho deporte y, es posible que también, de simple billete de entrada al escenario del combate. En cualquier caso, el espectáculo presupone la existencia de una palaestra, según acabamos de avanzar, fuere estable o temporal, cuya existencia parecen sugerir, en ciertos casos, determinados trazados a mano alzada, y no tan alzada en algunos casos, riscados o impresos en ostraka diversos entre los hasta ahora exhumados y observados a través de las excavaciones habidas.

Y si este es el panorama auténtico, como creemos, reiteramos que no cabe duda de que dicha tessera habría sido fabricada sobre masa húmeda, conforme ya sea insinuado, a la vez que conformado, en negativo, su respectivo molde sobre madera o soportes afines, incluidas las leyendas de acompañamiento. Y solamente tras la ejecución del número de ejemplares programados con la masa pertinente serían rociados todos ellos, en cuanto billetes de entrada al espectáculo, con un engobe común vertido sobre la superficie de la totalidad de los ejemplares de la caetra de propaganda, incluida la leyenda del escudo.

En resumen, que se trata del hallazgo de una pieza definitivamente trascendental para posibles deducciones, de notable calado incluso. ¡Lástima que los críticos ya aludidos solamente se enzarzasen en determinar, creyéndose repletos de razón, que todo aquello era falso, ya que  habrían sido redactados en lengua italiana moderna palabras como virgine, cuore y, para ellos también, meo!, todo lo cual no es verdad, por no decir mentira.