Es obvio que no existe prueba alguna de que ninguno
de los grafitos de Iruña-Veleia sea falso. Y ya no vale recurrir al tan socorrido, desgastado y sobradamente rebatido argumento de “Nefertiti”, grafito que además
no fue declarado falso en ninguno de los informes encargados por la Diputación Foral de Álava,
ni menos al descabellado e imaginario “Descartes”, lectura que se vieron
obligados a rectificar dos de los autores que la propusieron. De la falta de
pruebas de falsedad y la debilidad argumental en el análisis individual de las
piezas, que no permitían dar el “jaque mate” definitivo a los hallazgos, ya
fueron conscientes algunos miembros de la comisión de la DFA, lo cual les llevó
a derivar hacia otra estrategia argumental, que es la de cuestionar la
autenticidad del conjunto de los hallazgos más que la de las piezas individuales.
Esta estrategia queda reflejada en la afirmación de la latinista Isabel
Velázquez de que “el problema es que no se trata de hechos aislados, que
efectivamente podrían haber sido, el problema es el conjunto” (1). En esta misma línea se halla el argumento
probabilístico que se sacó de la manga el filólogo Joaquín Gorrochategui,
convertido de pronto en matemático experto en probabilidad (2). El argumento puede
resumirse del siguiente modo: no hay pruebas irrefutables de que
ninguno de los grafitos, considerado aisladamente, sea falso con absoluta seguridad, pero la exagerada acumulación de rarezas que se da en Iruña-Veleia es tan sumamente improbable que equivale en la práctica a la imposibilidad del conjunto de los hallazgos. Y Gorrochategui no se conforma con expresarlo de modo genérico, sino que se propone cuantificar, aplicando una fórmula matemática, la probabilidad del conjunto de los grafitos más inusuales de la siguiente manera: asigna, con criterios subjetivos (no explica en qué se basa para el cálculo), una probabilidad a cada uno de los grafitos que considera más raros (llamémoslas P1, P2,…, Pn) y las multiplica entre sí, siendo el producto resultante (P1 x P2 x …. x Pn) la probabilidad de que el conjunto de los hallazgos de Iruña-Veleia sea auténtico. Las probabilidades las asigna a los siguientes grafitos: 1) escena del calvario, 1%; 2) Nefertiti y nombres de faraones, 1%; 3) ostracon de Eneas con la flecha, 1%; 4) nominativos latinos sin -s, 5%. Además, incluye en la multiplicación otro factor, que es el porcentaje de grafitos correspondientes a ostraca, con respecto al total de grafitos, que afirma que es el 3% (este último factor para mí es incomprensible, en primer lugar porque los nombres de faraones y Nefertiti están grabados en hueso, por lo que no corresponden a ostraca; en segundo lugar, porque el porcentaje de ostraca no tiene por qué tener relación con la autenticidad o falsedad de los hallazgos; y en tercer lugar porque el porcentaje de ostraca sobre el total de grafitos no es el 3%, sino bastante mayor). Llama mucho la atención que en este cálculo no haya incluido ninguno de los grafitos vascos. En cualquier caso, multiplicando las probabilidades asignadas por Gorrochategui, 3 x 10-2 x 10-2 x 10-2 x 10-2 x 5 x 10-2 = 15 x 10-10, es decir, se obtiene una probabilidad de 1,5 entre mil millones. Bien, algún ingenuo puede quedarse impresionado con esta cifra y Gorrochategui muy contento por habérsele ocurrido este “ingenioso” argumento. Pero, que nadie se lleve a engaño, el supuesto argumento probabilístico no es más que una burda falacia, fácilmente rebatible.
ninguno de los grafitos, considerado aisladamente, sea falso con absoluta seguridad, pero la exagerada acumulación de rarezas que se da en Iruña-Veleia es tan sumamente improbable que equivale en la práctica a la imposibilidad del conjunto de los hallazgos. Y Gorrochategui no se conforma con expresarlo de modo genérico, sino que se propone cuantificar, aplicando una fórmula matemática, la probabilidad del conjunto de los grafitos más inusuales de la siguiente manera: asigna, con criterios subjetivos (no explica en qué se basa para el cálculo), una probabilidad a cada uno de los grafitos que considera más raros (llamémoslas P1, P2,…, Pn) y las multiplica entre sí, siendo el producto resultante (P1 x P2 x …. x Pn) la probabilidad de que el conjunto de los hallazgos de Iruña-Veleia sea auténtico. Las probabilidades las asigna a los siguientes grafitos: 1) escena del calvario, 1%; 2) Nefertiti y nombres de faraones, 1%; 3) ostracon de Eneas con la flecha, 1%; 4) nominativos latinos sin -s, 5%. Además, incluye en la multiplicación otro factor, que es el porcentaje de grafitos correspondientes a ostraca, con respecto al total de grafitos, que afirma que es el 3% (este último factor para mí es incomprensible, en primer lugar porque los nombres de faraones y Nefertiti están grabados en hueso, por lo que no corresponden a ostraca; en segundo lugar, porque el porcentaje de ostraca no tiene por qué tener relación con la autenticidad o falsedad de los hallazgos; y en tercer lugar porque el porcentaje de ostraca sobre el total de grafitos no es el 3%, sino bastante mayor). Llama mucho la atención que en este cálculo no haya incluido ninguno de los grafitos vascos. En cualquier caso, multiplicando las probabilidades asignadas por Gorrochategui, 3 x 10-2 x 10-2 x 10-2 x 10-2 x 5 x 10-2 = 15 x 10-10, es decir, se obtiene una probabilidad de 1,5 entre mil millones. Bien, algún ingenuo puede quedarse impresionado con esta cifra y Gorrochategui muy contento por habérsele ocurrido este “ingenioso” argumento. Pero, que nadie se lleve a engaño, el supuesto argumento probabilístico no es más que una burda falacia, fácilmente rebatible.
En primer lugar, el hecho de que un hallazgo o
acontecimiento sea a priori altamente
improbable no es prueba alguna de que no sea real. Y si no, que se lo digan al
individuo al que se le cayó un meteorito encima cuando conducía cerca de Madrid,
impactando contra su coche, atravesando el parabrisas e hiriéndole levemente
(3,4). La probabilidad de que tal hecho suceda es absolutamente ínfima, pero
sucedió. Supongamos que se crea una comisión científica para investigarlo y uno
de sus miembros concluye: “Según mis cálculos, la probabilidad de que a alguien
se le caiga un meteorito encima es de 1 entre 10 mil millones, luego es mentira”.
¿Realmente alguien cree que con este cálculo queda resuelto el problema científico?
El sentido común nos dice que no, y que lo que hay que hacer para saber si es
verdad o mentira no son cálculos probabilísticos, sino analizar la composición
química del objeto que impactó contra el coche para comprobar si realmente era
un meteorito, que es lo que se hizo (4). También es oportuno recordar el caso
de las pinturas rupestres de Altamira. Cualquiera que haya contemplado la
reproducción de las pinturas en Santillana del Mar no puede menos que quedar
impresionado por su realismo y perfección artística, aprovechando incluso sus
autores los salientes del techo de la cueva para crear un efecto
tridimensional (sobre las pinturas de Altamira dijo Picasso: “Después de
Altamira, todo es decadencia”). Tal realismo artístico, que no se alcanzó posteriormente
hasta la Grecia clásica, es enormemente difícil de explicar para el nivel social,
cultural y tecnológico que se ha asociado a las sociedades paleolíticas. Las
pinturas de Altamira solo pueden haber sido realizadas por pintores profesionales
de gran sensibilidad artística, tras años de aprendizaje, lo cual implica una
sociedad con una estructura compleja y altamente organizada, con una masa de
población relativamente amplia y con una transmisión cultural a lo largo de
muchos siglos, quizá milenios. Los expertos de la época del hallazgo pudieron
haber hecho una evaluación académicamente correcta calificando las pinturas como
de muy probablemente falsas, según los conocimientos que se tenían entonces,
pero se equivocaron. Y el error no lo demostraron los cálculos probabilísticos,
ni los análisis estilísticos, ni otros argumentos “intelectuales”, que les
habrían dado la razón, sino otro tipo de evidencias, como el hallazgo de pinturas
similares en otras cuevas, las industrias líticas asociadas a las pinturas en
algunas de ellas, y, de manera
definitiva, la prueba del carbono 14 en los componentes orgánicos de las
pinturas. Uno puede hacer todos los cálculos que quiera sobre la probabilidad a priori de que un hecho suceda o de que
se produzca un determinado hallazgo, pero una vez que el hecho o hallazgo se ha
producido, las probabilidades a priori
no se pueden aducir por sí solas como prueba determinante de si ese hecho o
hallazgo es real o no, ya que hay que considerar otros factores inherentes al
propio hallazgo o acontecimiento, que obligan a buscar otro tipo de evidencias.
Teniendo en cuenta el archiconocido ejemplo de Altamira, cuesta entender que de
nuevo se repita el error.
![]() |
Bisonte y cierva de Altamira |
Otro factor que hay que tener en cuenta al hacer
estimaciones sobre la probabilidad de un hecho es el margen de error de la
estimación. Este margen de error tiene una correlación inversa con el conocimiento
que se tenga sobre el hecho que se está investigando: a menor conocimiento,
mayor margen de error. Y el desconocimiento sobre la época que la estratigrafía
asigna a los hallazgos de Veleia es muy grande. Ya lo reconoce el propio
Gorrochategui en su artículo “Hic et nunc” (5): “Sabemos que la mitad del siglo
III d.C. es un periodo desconocido en muchos aspectos de la vida y la historia
romanas de occidente. Cae en picado la información epigráfica que tenemos de
esa época […]. El siglo III d.C. es en muchos aspectos un misterio, un periodo
oscuro.” Más desconocida aún es la lengua vasca en la antigüedad, tal como también
reconoce Gorrochategui: “Con respecto a los textos en lengua vasca, cualquier
momento de la antigüedad tardía es a
priori inmune a ataques de inverosimilitud basados en paralelos, ya que
estos ni si quiera existen. Ningún crítico puede aducir ningún documento
concreto que contradiga la verosimilitud de lo hallado, ya que como todo el
mundo sabe los primeros textos vascos son del siglo X” (quizá por ello excluyó los
grafitos vascos de su cálculo probabilístico). Y en el margen de error no solo
debe tenerse en cuenta lo que la “comunidad científica internacional” sabe
sobre el tema investigado, sino también lo que el evaluador concreto sabe sobre
el mismo. A mayor nivel de expertización, menor
probabilidad de error. Sin embargo, Gorrochategui es capaz de hacer
estimaciones muy concretas sobre cuestiones muy diversas concernientes a
egiptología, latín vulgar y cristianismo primitivo sin ser un verdadero experto
en estas disciplinas, por lo que el acierto de sus estimaciones queda muy en
entredicho. Por ejemplo, lo que Gorrochategui llama “nominativos sin –s”, a los que da un 5% de probabilidad, bien
pudieran ser en realidad acusativos sin –m,
documentados con relativa frecuencia en textos latinos de la antigüedad tardía en
los que los acusativos aparecen donde se esperarían nominativos (6). Un experto
en latín vulgar conocedor de este hecho probablemente habría incrementado considerablemente
el 5% de probabilidad que les da Gorrochategui a sus “nominativos sin –s”. En contraste con los amplios
márgenes de error esperables de las estimaciones referentes al latín, el vasco
o la epigrafía de la antigüedad tardía, aquellas efectuadas sobre
hechos mucho más recientes y mejor documentados, como son las falsificaciones
arqueológicas contemporáneas, comportarían un margen de error mucho menor. Por
lo tanto sería mucho más difícil equivocarse si las estimaciones se hicieran
partiendo de los hechos conocidos de falsificaciones arqueológicas modernas que
de hechos desconocidos de la antigüedad. Es decir, en vez de preguntarse ¿qué
probabilidad hay de que las inscripciones se hicieran en los siglos III-V
d.C.? - pregunta a la que no se puede responder sin que en la respuesta haya un
muy alto grado de incertidumbre - sería más adecuado preguntarse, para dilucidar
la verosimilitud de las dos hipótesis en contienda, ¿qué probabilidad hay de
que los hallazgos sean el producto de una falsificación de los siglos XX-XXI?,
a lo que se puede responder con mucho menor riesgo de equivocación. [En
relación con la probabilidad de la hipótesis de falsificación, llama la
atención que en ninguno de los informes en los que se propone se hace un
paralelo con falsificaciones arqueológicas modernas. Por el contrario, dos de
sus autores han afirmado que la supuesta falsificación de Iruña-Veleia se caracteriza por su “incomprensibilidad”
(1), por ser “falsos no esperados” (1), un fraude “totalmente excepcional” (5),
que “se aparta sustancialmente de la mayoría de los fraudes arqueológicos” (5),
en el que “cuesta creer que el fraude haya sido masivo” (5).]
Otra cuestión que se debe comentar es la de la
independencia de los grafitos que Gorrochategui incluye en su cálculo de
probabilidades. Para calcular una probabilidad conjunta de diferentes
observaciones o hallazgos mediante la multiplicación de la probabilidad
individual de cada uno de ellos, es necesario que dichas probabilidades sean
totalmente independientes entre sí. ¿Son realmente independientes los grafitos
de Iruña-Veleia? Supongamos, por ejemplo, que un estudio hecho por varios
arqueómetras y osteoarqueólogos, “los mejores del mundo”, llegara a la conclusión unánime de que el grafito
“Nefertiti”, grabado en hueso, es sin ninguna duda de época antigua. ¿Tal
demostración no afectaría para nada a la probabilidad de autenticidad del resto
de los grafitos? ¿De verdad alguien cree que Gorrochategui diría: “Vale,
‘Nefertiti’ será auténtico, pero esto no tiene nada que ver con los demás
grafitos, sobre los cuales me mantengo firme en mi absoluta seguridad de que
son falsos”? En el informe de Navarro se analizan 39 grafitos y se dice que 35
son de ejecución reciente. ¿Diría alguien que si esto fuera realmente así - lo
cual aún está por demostrar - no afectaría para nada a la probabilidad de autenticidad
del resto de los grafitos? Está claro que los grafitos de Iruña-Veleia no son
independientes entre sí, sino que, aunque tengan una temática variada, forman
un conjunto con unas características comunes, que hace que la autenticidad o
falsedad de cada uno de ellos esté fuertemente vinculada a la de los demás. En
este sentido se expresan en sus informes diversos autores, tanto favorables
como contrarios a la autenticidad, quienes, teniendo en cuenta estas
características comunes, hacen valoraciones globales sobre los grafitos. Antonio Rodríguez
Colmenero lo expresa de este modo: “¿Serían fraudulentos todos los hallazgos
singulares o solamente algunos de ellos? Da igual porque la cantidad de los que
ofrecen constantes similares es tal que nos conduciría al mismo resultado. En
nuestra opinión, y salvo casos muy puntuales, cada vez menos numerosos, que
habría que demostrar, el conjunto del que hablamos o es todo auténtico o falso
en su conjunto” (9). Una de las características comunes de los grafitos corresponde
a las circunstancias de sus hallazgos: todos ellos fueron hallados en una
excavación arqueológica profesional en estratos datados en época romana tardía.
No se puede ignorar este hecho a la hora de asignar probabilidades, como hace
Gorrochategui. La probabilidad de autenticidad de un hallazgo hecho en las circunstancias
mencionadas es mucho mayor de la que se atribuiría, por ejemplo, a uno hecho
por un traficante ilegal de piezas arqueológicas que se lucra con su comercio o
por alguien que dice que se lo ha encontrado casualmente en el campo. Otras
características comunes de los grafitos son los soportes de escritura,
indudablemente antiguos, las formas de las letras, en muchos casos de aspecto
inconfundiblemente antiguo (como la E de doble barra), las características documentadas
del latín vulgar en el que están escritos muchos de ellos, los errores de
escritura típicos del latín de la antigüedad tardía, y su temática, en todos
los casos compatible con la época asignada por la datación estratigráfica.
Pero supongamos que las probabilidades asignadas
por Gorrochategui son correctas y que los grafitos son independientes entre sí,
y que, por consiguiente, la probabilidad conjunta de los grafitos fuera del
orden de uno entre mil millones. ¿Equivale esto a la imposibilidad del conjunto
de los hallazgos? En absoluto. Veamos al absurdo al que se puede llegar con
este tipo de cálculos. Supongamos que la probabilidad de cada uno de los 420 grafitos
que figuran en la Ostracabase (7) fuera muy alta, digamos el 90%, y que cada
uno de ellos fuera independiente de los demás. De acuerdo con el cálculo de
probabilidades que hace Gorrochategui, la probabilidad de autenticidad del
conjunto de los grafitos sería 0,9 x 0,9 x … x 0,9 (420 veces) = 0,9420
= 6,05 x 10-20, es decir, del orden de 6 entre 100 trillones. Suponiendo
que el criterio de independencia solo fuera aplicable, digamos, al 10% de los
grafitos, entonces la probabilidad conjunta sería 0,942 = 0,012, es decir
que habría casi un 99% de probabilidad de que el conjunto de los 42 grafitos
fuera falso. ¿Qué concluimos de todo esto? Que para evaluar hipótesis
utilizando cálculos probabilísticos hay que saber algo sobre teoría de
probabilidades. Pero aun sin ser matemático experto en probabilidad, basta con tener
un poco de sentido común para darse cuenta de que no se puede partir de una
única hipótesis, comparando su probabilidad con el 100%. Se necesita evaluar como
mínimo dos hipótesis alternativas (pueden ser más de dos) que se propongan para
explicar los hallazgos, determinando si las probabilidades de ambas son
diferentes. Si la diferencia a favor de una de ellas fuera estadísticamente significativa,
la hipótesis con mayor probabilidad sería la que mejor explicaría los
hallazgos. Esto se expresa matemáticamente con la siguiente fórmula, para dos
hipótesis, H1 y H2 sobre un conjunto de datos D:
Si aplicamos esta fórmula para dilucidar cuál es la
hipótesis que explica mejor los hallazgos de Iruña-Veleia, los datos (D) son
los grafitos hallados en el yacimiento y las dos hipótesis alternativas que se
han propuesto para explicar D son 1) que se inscribieron en época romana,
concretamente entre los siglos III-V d.C. (hipótesis H1) y 2) que
son producto de una falsificación reciente (siglos XX-XXI) (hipótesis H2).
Gorrochategui calculó que la probabilidad de los grafitos en caso de ser auténticos
(es decir, la verosimilitud de la hipótesis H1), sería 1,5 x 10-9.
Aunque esta probabilidad sea cuestionable, es la única que se ha propuesto formalmente
de modo cuantitativo, por lo que es la que voy a incluir en la ecuación. Ahora,
para completar la fórmula, hay que calcular la verosimilitud de la hipótesis H2,
es decir la probabilidad de los hallazgos en caso de que fueran debidos a una
falsificación reciente, y el cociente de probabilidades previas de las dos
hipótesis antes de realizarse los hallazgos. Varios autores, entre los que se
encuentran el filólogo vasco Hector Iglesias (8) y el historiador y epigrafista
Antonio Rodríguez Colmenero (9), han apoyado la idea de que los grafitos, de
haber sido falsificados, solo pueden haberlo sido por un equipo numeroso de
expertos de muy alto nivel en múltiples disciplinas (Rodríguez Colmenero habla
de un “ejército de falsificadores” (9)), con conocimientos incluso mayores que
los de los expertos de la comisión de la DFA. En esta misma línea se ha expresado
el arqueólogo Edward Harris al hablar, obviamente en tono irónico, de “geniuses
of the first order” como presuntos autores de la supuesta falsificación (10).
Yo mismo he abogado por esta idea, apoyándola con diversos ejemplos de paralelos de grafitos
de Iruña-Veleia que, aun siendo raros, hasta el punto de ser desconocidos para
todos los miembros de la comisión de la DFA, buscando en bases de datos y en la
bibliografía especializada, se puede demostrar que están documentados en la
antigüedad (11,12). Esta idea también está implícita, con respecto a los
grafitos latinos, en el informe de Alicia Satué (13). Teniendo en cuenta la
variada temática de los grafitos de Iruña-Veleia, para efectuar la presunta
falsificación, de acuerdo con lo que se ha discutido en diferentes informes y
posts, se requeriría un equipo de expertos de muy alto nivel en al menos las
siguientes disciplinas: 1) latín vulgar; 2) epigrafía latina; 3) paleografía;
4) lingüística histórica vasca; 5) egiptología, con especialización en Manetón
o en la egiptología del mundo grecorromano; 6) paremiología (experto en
refranes y sentencias, que debería saber que “homo proponit sed Deus disponit”
es muy anterior a Tomás de Kempis (14), cosa que desconocían todos los miembros
de la comisión de la DFA, y que “Ad maiorem Dei gloriam” es de procedencia
antigua, cosa que desconocían algunos de ellos); 7) iconografía y simbolismo
cristianos primitivos. Podría también incluirse un especialista en lenguas célticas
antiguas, para explicar la presencia de Denos
(6), pero, para que no me acusen de exagerar el número de especialidades
requeridas, no lo incluiré, porque no hay otros grafitos claramente célticos en
Iruña-Veleia (el grafito contogatos también
tiene una terminación en –os típica
de un nominativo singular celta, pero podría ser el acusativo plural del latín contogatus, aunque el contexto Mea Ceacia contogatos, parece requerir más
bien un nominativo singular). Se requeriría además al menos un experto en
envejecimiento artificial de piezas, para explicar las costras que se
aprecian en el interior de algunos surcos de grafitos (15) y una elevada
financiación para pagar a todos los expertos. Encontrar un especialista de alto
nivel en cada una de estas 8 disciplinas no es nada fácil, incluso si se les
propone participar en un proyecto científico honesto, y convencer a alguno de
ellos que participe en una trama fraudulenta, sabiendo las consecuencias
penales, el desprestigio y la ruina profesional que conllevaría en caso de
descubrirse a los autores del fraude, sería casi imposible, incluso
ofreciéndoles grandes sumas de dinero. ¿Qué probabilidad asignamos a que alguno
de estos expertos hubiese participado en el fraude de Iruña-Veleia? Difícil de
cuantificar, pero extremadamente baja. Siendo muy generoso, como dice que es
Gorrochategui en sus cálculos, y en línea con los porcentajes que utiliza, le
daríamos como mucho el 1% para cada especialidad. Como las probabilidades de
participación de los distintos expertos deberían ser en principio
independientes entre sí, pueden multiplicarse entre ellas, resultando en una
probabilidad conjunta de (10-2)8 = 10-16. Finalmente,
nos queda determinar la probabilidad previa de que los grafitos de Iruña-Veleia
fueran falsos, antes de conocer dichos hallazgos. ¿Cuántos casos conocidos hay
de una excavación hecha por un equipo arqueológico profesional experimentado,
con una estratigrafía correctamente hecha, en la que en un estrato de época
antigua aparezcan decenas de objetos falsificados en época contemporánea que
hubieran sido dados por buenos por los arqueólogos? Ninguno. ¿Qué probabilidad
previa le damos entonces a que este hecho hubiera ocurrido en Iruña-Veleia, teniendo
en cuenta además que no existe ningún móvil aparente, en comparación con la de
autenticidad de los hallazgos (que sería de casi el 100%)? Muy baja. Pongamos
que es 0,01% o 10-4, por poner algo, aunque probablemente es mucho
menor. Ya tenemos todos los elementos de la fórmula. El cociente de
probabilidades o odds ratio a favor
de la hipótesis de autenticidad (H1) sobre la de falsificación (H2),
según la fórmula del teorema de Bayes, sería (1,5 x 10-9/10-16)
x 104 = 1,5 x 1011, es decir 150 mil millones. En
realidad el cálculo es más complejo, porque, para conseguir que un experto
participe, el organizador de la falsificación de Iruña-Veleia debería de haber
contactado con diversos expertos, y aquellos que hubieran declinado participar,
muy probablemente hubieran denunciado la existencia del fraude, si no cuando les
llegó la propuesta (quizá creyendo que fuera una broma), sí al menos cuando se enteraron
de que el fraude se había llevado a cabo. Suponiendo que para cada experto que
aceptó participar en el fraude hubiera habido otros 10 que lo rechazasen y que
la probabilidad individual de que un experto no lo denunciase fuese del 10%, la
probabilidad conjunta de que ninguno de los 80 expertos lo denunciase sería 10-80
y el cociente de probabilidades a favor de la hipótesis de autenticidad (según
cálculos de Gorrochategui) con respecto a la de falsificación (según mis
cálculos), aplicando la fórmula del teorema de Bayes, sería de 1,5 x 1091,
una cifra astronómica.
(En estos cálculos no tengo en cuenta, por su incuantificabilidad,
hechos que, si los grafitos fueran falsos, entrarían en el ámbito de lo irreal.
Me refiero a los hallazgos paralelos a
los grafitos de Iruña-Veleia producidos después de hallarse éstos, y cuya
falsificación no requeriría de la participación de un experto, sino de la de un
adivino capaz de predecir el futuro. Entre estos paralelos se encuentran tres
hallazgos dados a conocer en 2012: las “comillas triples” de una inscripción
hebrea del siglo IV d.C. hallada en Portugal, similares a las que aparecen en
varios grafitos de Iruña-Veleia; la datación en el siglo III d.C. mediante
termoluminiscencia de las placas del Itinerario de Barro, cuya autenticidad
había sido antes fuertemente cuestionada, una de las cuales contiene dos Es
ibéricas en un texto latino, como se observa también en un grafito
veleyense; y el bronce con texto en una lengua paleohispánica no identificada,
presumiblemente celtíbero, escrito con letras latinas y con la palabra latina publicus en medio, hallado en Novallas
(Zaragoza), con obvios paralelos con los grafitos de Iruña-Veleia que contienen
las palabras latinas polita, nova y cor en medio de textos vascos (16).)
Yo no soy experto en probabilidad, aunque utilizo
continuamente métodos probabilísticos en mi trabajo científico, y no puedo asegurar
que los cálculos estimados aquí sean correctos, teniendo en cuenta, por otra
parte, que hay probabilidades que son difíciles de cuantificar y su
independencia difícil de evaluar. Pero de lo que sí estoy seguro es que el
argumento probabilístico que utilizó Gorrochategui en su artículo “Las armas de
la filología”, incorporado al informe que remitió a la DFA, es una falacia. Para
calcular la probabilidad de un hallazgo, uno no puede partir de una única
hipótesis, como hizo Gorrochategui, sino que se deben evaluar diferentes hipótesis
alternativas y determinar cuál de ellas es la más probable. Y en este cálculo,
de acuerdo con el teorema de Bayes, hay que incorporar las probabilidades
previas de las hipótesis. Y lo que propongo es que comparando las probabilidades
de las dos principales hipótesis propuestas para explicar los grafitos de
Iruña-Veleia, la de autenticidad (inscritos en época romana) y la de
falsificación reciente, utilizando la fórmula del teorema de Bayes, el
resultado siempre será favorable a la autenticidad, con mucha diferencia. Decía
lsabel Velázquez que los grafitos de Iruña-Veleia, considerados aisladamente,
“podrían haber sido” y que el problema era “el conjunto”. Pues bien, si para la
profesora Velázquez la autenticidad del conjunto es un problema, el cálculo de
probabilidades indica que la falsificación del conjunto es un problema aún mucho
mayor.
Referencias
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http://www.box.net/shared/static/756yxbv4dy.mp3.
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J. Las armas de la filología. 2008.
http://www.sos-irunaveleia.org/dictamen-de-joaquin-gorrochategui.
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V, Ruiz de Elvira, M. El meteorito caído sobre un coche en marcha en Madrid es
un caso único, según los científicos. El País, 6/7/1994.
http://elpais.com/diario/1994/07/06/sociedad/773445601_850215.html.
4. La
roca que entró en un coche en marcha en Madrid es un meteorito. El País, 23/7/1994. http://elpais.com/diario/1994/07/23/sociedad/774914404_850215.html.
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J. Hic et nunc. Falsificaciones contemporáneas. El caso de Iruña-Veleia. En:
“El monumento epigráfico en contextos secundarios: Procesos de reutilización,
interpretación y falsificación”. Editores: Joan Carbonell Manils, Helena Gimeno
Pascual y José Luis Moralejo Álvarez. Servei de Publicacions de la Universitat
Autònoma de Barcelona. Bellaterra
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https://app.box.com/shared/static/9gi5kyuk313vanjoss0y.pdf.
6. Adams,
J. N. Social variation and the Latin language Cambridge University Press. 2013.
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11. Thomson, M. Comentarios sobre algunos grafitos de Iruña-Veleia. 2008.
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M. El informe de Navarro (Instituto del Patrimonio Cultural de España) y la
controversia científica sobre los grafitos de Iruña-Veleia. Ama Ata. 6/2/2014.
http://www.amaata.com/2014/02/el-informe-de-navarro-instituto-del.html.
15. Van
den Driessche, K. El problema de la falsedad / autenticidad de los ostracones de
Iruña Veleia: evidencias físicas. 2009. http://www.sos-irunaveleia.org/van-den-driessche.