Isabel Velázquez: “En el mundo antiguo los signos de puntuación difieren notablemente de la época moderna. De hecho, obedecen más a criterios retóricos que puramente gramaticales. En muchos casos sólo se recurría a dejar espacios vacíos (en blanco, según de qué soporte se trate), para marcar cierta separación entre palabras o marcar los períodos oracionales, subdivididos en cola y commata por el procedimiento de cambiar de renglón cada periodo o estructura”.

Parece estar hablando sobre los signos de puntuación que los antiguos empleaban en los textos literarios (entendiéndose como literario también un texto judicial o legal en el sentido de que especialmente en éstos se atendía a exigencias retóricas de la Oratoria). No es comprensible, de otro modo, la alusión a los criterios retóricos del párrafo, criterios retóricos que obviamente no deben suponerse esperables en un contexto doméstico y espontáneo de graffiti realizados sobre soportes gráficos reciclados con un fin comunicativo o didáctico -y un registro informal- como lo es el contexto de los óstraca veleyenses.

“Los signos de puntuación existentes -que sí los había- se usan escasamente y de forma irregular. No obstante, los diferentes gramáticos latinos han dejado escrito cómo podían ser utilizados, siendo después en el s. VII recopilados y expuestos por Isidoro de Sevilla de forma didáctica y simple. Existía un punto bajo, denominado comma, para las pausas breves (subdistinctio); un punto a la altura media de la caja del renglón (colon) para las pausas medianas (distinctio media, equivalente más o menos al actual punto y coma: ; y un punto alto (periodus) para las pausas finales o final de frases (subdistinctio finalis)”.
Los signos de puntuación existían en la antigüedad, como reconoce Isabel Velázquez. De nuevo se entiende que los gramáticos latinos dejaron escrito cómo podían ser utilizados en los textos literarios. Sobra anotar -aunque lo haremos- que en un contexto doméstico (como lo es actualmente el de un borrador de cualquier tipo en sucio, o un SMS, o un whatsup o un email informal) no se siguen ni respetan las reglas ortográficas de la RAE. Por el mismo motivo, en un óstracon no cabe esperar ninguna obediencia a reglas gramaticales establecidas por los gramáticos latinos.

Además, los textos de los óstraca no son largos -ni siquiera breves- periodos oracionales en los cuales sea preciso distinguir pausas breves con una subdistinctio de pausas medianas con una distinctio media y de pausas finales con una subdistinctio finalis. En la mayoría de los casos -en los grafitos excepcionales- se trata de palabras sueltas, constituyendo ellas la totalidad del texto epigráfico del soporte; existen casos de varias palabras incisas en el mismo soporte unidas entre sí en una enumeración, de modo que no existe ninguna relación sintáctica -ni, por lo tanto, ninguna necesidad de distinción de pausas tampoco-; en otros casos, en fin, sí puede apreciarse una relación sintáctica, pero en realidad se trata de una relación sintagmática más que sintáctica, por limitarse a una sola función sintáctica -como mucho dos- existente en el texto: por ejemplo, un sustantivo y un complemento del nombre (o dos, como en el caso de JVPITER VENVS PATE(R) de la pieza nº 11139), o dos funciones sintácticas entre las cuales no hay necesidad de pausa alguna (por ejemplo, el caso de la pieza nº 12430, AD INFINIVN MEO CORDI DEIDRE, en donde hay un complemento circunstancial de tiempo seguido de un supuesto dativo en función de complemento indirecto con un nombre propio en aposición).


Por ello, además de por el motivo anteriormente indicado -el contexto doméstico de los óstraca-, no tiene ningún sentido pretender encontrar en los grafitos de Veleia una aplicación de las normas ortográficas establecidas por los gramáticos latinos para la depuración de los textos literarios.

“Con todo, su uso es muy irregular y sólo a partir del s.X comienza a darse una mediana sistematización en textos transmitidos en manuscritos y, por supuesto, en textos con periodos oracionales amplios, etc”.

Si el uso de los signos de puntuación era muy irregular, como bien señala la profesora, entonces no puede pretenderse que los óstraca veleyenses muestren un uso regular o demasiado coherente, sobre todo aunándose este motivo a los dos anteriormente expuestos. Por tanto, la irregularidad que los comisionados -no sólo Velázquez- señalan en el uso de ciertos signos de puntuación carece de relevancia y de peso en lo que se refiere a dirimir en base a ellos la autenticidad o la falsedad de los grafitos. El hecho de que los signos de puntuación aparezcan o no, así como el de que sean más o menos regulares, sólo podría ser tenido en cuenta a la hora de emitir un juicio de tal índole para un texto de a partir del siglo X, cuando, como señala Velázquez, comenzó a darse una mediana sistematización en textos transmitidos en manuscritos y, por supuesto, en textos con periodos oracionales amplios, esto último lo cual, como se ha expuesto en el párrafo anterior, no es en modo alguno el caso de los textos inscritos en los óstraca de Iruña-Veleia.



De todos modos, parece que Isabel Velázquez es consciente de que lo que está diciendo no puede ser aplicado a los textos epigráficos de los óstraca de Veleia, o eso parece sugerir lo que precisa inmediatamente en el siguiente párrafo de su informe:


“En los textos epigráficos tenemos los denominados signos de interpunción. Generalmente se trata de puntos situados a mitad de la caja del renglón y no separan necesariamente palabras, ni marcan pausas de ningún tipo. Lo más habitual en época imperial son puntos medios, también cuadrados, triángulos, incluso formas de vírgulas similares a las comas (éstas a veces en el pie de la propia caja, de forma similar a la actual) y, sobre todo la denominada hedera distinguens, una hoja de hiedra sencilla que puede estar dibujada con el vértice hacia arriba o hacia abajo. Pero en todos los casos estas marcas separan o bien letras o bien palabras, incluso sílabas. Los signos de interpunción no marcan pausas como tales del discurso, ni enumeraciones de nombres, etc., es decir, no pueden analizarse con la normativa que hoy aplicamos a nuestros actuales signos de puntuación, cuyo uso similar al actual no empieza a darse de forma más o menos habitual hasta finales de la baja Edad Media y época humanística (ss. XIV-XV en adelante) y no siempre de forma regular”.


Tampoco es así en los textos epigráficos de Iruña-Veleia: los signos de puntuación que se observan en algunos de los grafitos excepcionales no separan necesariamente palabras, ni marcan pausas de ningún tipo. Tan sólo en ciertos casos hay signos de puntuación separando palabras, como por ejemplo en el caso del óstracon que contiene una enumeración de nombres de dioses y diosas, en donde la separación entre las palabras no debería, por ello, resultar sospechosa o inusual al no existir ninguna sintaxis entre ellas:


Pieza nº 11429
 (sector 5): 
PEREFONE  PROSERFINA ARTEMIS DIANA / HADES  PLVTON CRONOS  SATVRNO E / POLO FEBO EROS  CVPIDO BAC / EFESTOS VVLCANO DEME / IONISO BACO HERA  I / STIA VESTA G / SCVLAPIO P / IVPITER / ADE
Se trata éste de un precioso óstracon probablemente escolar y por ello didáctico (pertenece al conjunto de óstraca hallados en el supuesto paedagogium del sector 5), en el cual, al modo en que también se hace hoy día en la asignatura de Cultura Clásica, se enseñan los nombres de los dioses grecorromanos junto a sus atributos o símbolos (no tratándose, por tanto, de signos de puntuación propiamente dichos), si bien esto no sucede en todos los casos: así -y siguiendo la interpretación de los arqueólogos de Lurmen-, junto a la diosa Perséfone (en el grafito escrito con un error ortográfico, PEREFONE) puede observarse el dibujo de una semilla abriéndose, icono muy coherente con el mito según el cual Perséfone, la hija de Deméter -diosa antigua de la fecundidad y la agricultura- fue raptada mientras recogía flores por el dios de los infiernos, Hades, quien se la llevó consigo al inframundo y allí, después de darle de comer la fruta de la muerte (la granada: ¿podría ser una granada abierta por la mitad lo representado?) la hizo su esposa.
Deméter buscó desesperadamente a su hija por todos los más recónditos lugares de la tierra sin encontrar rastro de ella, hasta que, finalmente, Apolo, el dios del sol y por tanto quien ve todo lo que sucede a la luz del día, contó a la diosa lo que le había sucedido a la joven Perséfone. Así, Deméter habló con su hermano Zeus para que intercediera por ella y convenciera a su también hermano Hades de que devolviera a su hija al reino de los vivos aunque hubiera comido ya la granada de la muerte. El convincente Zeus ayudó a Deméter aunque no lo consiguió sin tener que hacer un trato con un enamoradísimo Hades: Perséfone pasaría la mitad del año junto a él y la otra mitad del año con su madre, fuera del inframundo.

De este modo explicaban nuestros antiguos ancestros la eclosión de la primavera y la época estiva de las cosechas, momentos en los que Deméter gozaba de la compañía de su preciada hija y por tanto sus poderes reproductivos se dejaban ver y agradecer sobre la tierra; los seis meses de invierno, en cambio, son estériles porque Perséfone cohabita con Hades entre los muertos y es echada en falta por su apagada, deprimida y melancólica madre.

El segundo nombre del texto es Proserpina -escrito también con un error ortográfico, PROSERFINA-, que no es sino la versión romana de la griega Perséfone, estando así unidos ambos teónimos por el símbolo de la diosa a la que denominan.

A continuación encontramos un trazo vertical, que no sería tanto un signo de interpunción -se entiende reglado– como una intencionada y muy gráfica y práctica separación de los dos nombres anteriores, referidos a la misma diosa, de los dos siguientes, que también están referidos, en su versión griega y luego en la latina, a la misma diosa: Artemisa o Ártemis, la hermana gemela de Apolo y diosa virgen de la caza, por lo que el símbolo dibujado entre su nombre griego y el romano -Diana- es el que de hecho siempre, desde la antigüedad y aún hoy en día en las lecciones de Cultura Clásica, aparece referido a ella: el arco y las flechas.

En la segunda línea del texto leemos HADES y después PLVTON -correctamente escritos ambos, al igual que ARTEMIS y DIANA-  los dos nombres -el griego y el latino- del mencionado en el mito de las estaciones del año dios del inframundo, con un dibujo que los une que los arqueólogos de Lurmen  han interpretado como sombras por ser éstas un concepto siempre asociado a este dios de la oscuridad, y que nosotros planteamos tratarse tal vez de llamas, símbolo más actual del temible dios y que en cierta medida inspiró la concepción del infierno cristiano. 

De nuevo, para separar esta pareja de teónimos referidos al mismo dios y los dos siguientes, encontramos una marca que no es un dibujo, pero esta vez no se trata de un trazo vertical, sino de uno horizontal, semejante al guión actual (no en vano hemos señalado -y también Isabel Velázquez- al inicio de este apartado sobre signos de puntuación que éstos tenían un uso irregular: nos encontramos ante un buen ejemplo de ello, que evidencia que no existía una norma fijada al respecto). 

El nombre del dios grafiado a continuación es el del arcano dios del tiempo, Chronos en la versión griega y Saturno en la romana. La palabra griega presenta en el grafito un error de ortografía, pues le falta la H que en la transcripción latina del nombre griego acompaña a la C inicial, leyéndose así CRONOS. Es éste un error ortográfico leve y que no debe sorprender puesto que la fonética de la lengua latina no conocía  la aspiración que sí poseía -y posee todavía en griego moderno- la lengua griega, estando muy ampliamente atestiguado en epigrafía romana este tipo de error de escritura y no sólo asociado a la C – a la velar sorda aspirada-, sino también a los otros dos fonemas aspirados de la serie oclusiva sorda, el dental y el labial aspirados respectivamente TH y PH.

A modo de icono que une estos dos teónimos encontramos tres diminutos trazos verticales dispuestos en dos alturas de modo que en la parte baja hay dos y en la alta uno. Los arqueólogos de Lurmen han planteado la hipótesis de que se trate de un reloj de sol, y ello nos parece posible aunque no descartamos la posibilidad de que se esté representando o bien gotas de agua o bien granos de arena que caen, sugeridas estas ideas por el hecho de que aparte de relojes de sol también existían en la antigüedad, como es bien sabido, los relojes de arena y los de agua conocidos como  clepsidras. Las dos alturas en las que fueron grabados esos trazos bien podrían estar representando la caída de los granos de arena o de gotas de agua. 


De nuevo un trazo vertical separando al dios del tiempo del siguiente dios, ¿el del sol?, a juzgar por lo que se lee al principio de la tercera línea: POLO. Habría que pensar que la pieza está rota y que falta la A- inicial de APOLO, como también estaría fracturada por el lado derecho, ya que a continuación de Saturno se lee una E solitaria que podría pertenecer a un Hermes sin H erróneamente escrito. Esta idea, no obstante, suscita problemas, porque en otros nombres, como el de la diosa Hestia o el dios Esculapio, en la parte izquierda de la pieza, falta también la letra inicial -dos en el caso de Hestia- , habiendo no obstante espacio suficiente entre el borde de la pieza y la primera letra grafiada como para que al menos una parte de la letra rota fuera visible todavía. Realmente faltarían dioses en la lista, además, así como la versión griega de SCVLAPIO y de JVPITER, independientemente de que nombres que sí aparecen estén incompletos, lo cual hace pensar a primera vista que sí se trata de un óstracon fracturado después de haber sido grabado. Aunque el hecho de que falten dioses es un detalle insignificante que no puede tomarse como argumento contra su autenticidad, debido a los problemas que suscitan los espacios no grabados este óstracon resulta ciertamente sospechoso.

Sea como fuere, y ciñéndonos ahora a la cuestión relativa a los supuestos signos de interpunción, la tercera línea muestra un comienzo POLO seguido del esperado dibujo de un sol y después de FEBO, que, si bien es una invocación griega del dios asimilado entre otras cosas al sol, llamado también en Grecia Apolo, era comúnmente el nombre que recibía este dios en la literatura latina, significando en griego algo como «el radiante» o «resplandeciente».


Dos barras verticales -de nuevo observamos la ausencia de una regla determinada o el uso irregular que acepta Velázquez como lo esperado en la antigüedad en lo que a interpunción se refiere- delimitan estos dos nombres del dios del sol y los dos del dios del amor que están grabados a continuación: EROS y CVPIDO, entre los cuales hay un dibujo minimalista de difícil interpretación que Lurmen identifica con dos anillos entrelazados que simbolizarían el amor a partir de la imagen de las arras de matrimonio, tradición judía que fue adoptada por el derecho romano. 


Otras dos barras verticales precediendo a un BAC de difícil lectura, ya que leer BACO parecería no tener sentido puesto que dos líneas más abajo se lee de nuevo BACO junto al correspondiente DIONISOS (en el grafito escrito IONISO, faltando -al parecer por fractura de la pieza- la D inicial, ya que la ausencia de –s final no es una extrañeza en el latín vulgar).

La cuarta línea comienza con la palabra EFESTOS, nombre griego del dios de la fragua al que le falta la H inicial, lo cual puede deberse a un error de ortografía (pues era muda) o bien a que la H se haya perdido por fractura de la pieza (desde el POLO de la línea anterior y hasta el final del texto de que disponemos todo -excepto la extrañeza anotada acerca de los espacios disponibles y no grabados que ha sido mencionada recientemente- apunta a que hay fractura del óstracon). Entre EFESTOS -que sí, curiosamente, presenta –s final, no así DIONISO, como ya se ha dicho- y su equivalente romano VVLCANO se observan tres pequeños trazos semejantes a los que separaban Cronos y Saturno, aunque más largos, que para Lurmen serían -ahora sí, y como se esperaría del dios del fuego- llamas.

Dos líneas verticales otra vez -en busca de una coherencia con los anteriores signos de separación- y el teónimo incompleto DEME-, presumiblemente la versión griega de la romana diosa de los cereales Ceres, Deméter, la madre de Perséfone. Ceres no aparece: ¿por fractura de la pieza?


La siguiente línea muestra el incompleto IONISO al que falta la D inicial, seguido por un racimo de uvas, símbolo, ayer y hoy, del dios del vino, y a continuación el nombre romano BACO en latín vulgar.


HERA puede leerse detrás de dos líneas verticales una vez más, faltando el nombre latino que esperaríamos con la forma Juno dado que la i consonántica es notada con una J tal y como se ve en tres grafitos veleyenses. Sin embargo, puede verse un trazo vertical que podría corresponder a la I de Iuno, el nombre romano de la esposa de Zeus -Hera en su denominación griega-, a quien siempre acompaña el pavo real que en su vistoso plumaje conserva los muchos ojos del monstruo Argos que esta celosa diosa colocó como espía de su adúltero marido y que Hermes mató por encargo de Zeus, ganándose con ello el epíteto de Argifonte o “asesino de Argos”. Cabría imaginar que ese trazo vertical es en efecto la I de Iuno, porque entre el nombre griego y dicho trazo puede verse un extraño dibujo que Lurmen identifica -no sin dudas, colocando signos de interrogación- con una vulva y que a nosotros nos hace pensar más en uno de los ojos de Argos que la diosa luce en su animal asociado, el pavo real. El dibujo consta de un pequeño círculo dentro del cual se hizo una incisión que se asemeja a una pupila o al diseño, en fin, de las manchas del pavo real, símbolo -siempre- de esta diosa.


La siguiente pareja de teónimos es la de la antigua -y desterrada del panteón olímpico por el advenedizo dios Dionisos- diosa del hogar Hestia (en el grafito escrito como STIA), en latín Vesta (escrito correctamente VESTA). Este error de ortografía se podría explicar como una hipercorrección según la cual se habría entendido que el nombre de la diosa comienza por s– líquida al no pronunciarse la aspiración inicial en latín. Así, la forma presentaría aféresis de E- (Stia).

En medio de las dos denominaciones un dibujo compuesto por un cuadrado y una llama -plausiblemente una vela o un altar sobre el que arde un fuego, pues éste era el símbolo de esta diosa garante de la armonía y la paz de la familia, que se mantenía protegida por la diosa mientras el fuego del hogar estuviera encendido- es perfectamente reconocible.

Dos líneas verticales de separación -obviamente, y tras los primeros ensayos, se ha optado por este signo para esta función en este óstracon– y una abrupta G sin continuidad. ¿Gea, la diosa de la tierra que existió en el comienzo de los tiempos después del Caos?

SCVLAPIO (sin la E inicial esperada para el latín, y ello debido o bien a la fractura de la pieza -como sugerirían los anteriores casos de nombres incompletos al comienzo de línea- o bien a un nuevo caso de hipercorrección con aféresis de E, como hemos propuesto para el caso de STIA, seguido de dos barras verticales.
 Pero más bien habría que pensar de nuevo -un motivo más- en que falta texto en la parte izquierda de la pieza, pues el orden de mención es a lo largo de todo el texto el siguiente: primeramente la denominación griega y, seguidamente al dibujo simbólico, la latina. Por eso, lo lógico sería que faltara Asklepios, el nombre griego de Esculapio o el dios de la medicina, así como el icono que lo representara (¿sería el caduceo alrededor del cual se enroscan dos serpientes?). Después de las dos barras verticales, una P sola (¿Poseidón, el dios del mar?), truncada la palabra siguiente (¿por fractura? así viene pareciendo, pese a las objeciones que hemos planteado al respecto). 
La penúltima línea presenta un JVPITER que bien podría ser IVPITER (lo cual sería coherente con el IVNO con I que hemos reconstruido) debido a que la primera letra (i ó j) está en la línea de fractura de la cerámica. De nuevo cabe pensar que anteriormente habría un dibujo representando tal vez un rayo o un águila -atributos del dios- y delante de éste un nombre ZEVS.

El óstracon, de forma cónica, termina con las letras ADE en el pico inferior de la pieza de una palabra evidentemente incompleta debido a la rotura. No habría por qué pensar que se trata del dios Hades, ya presente en la segunda línea, pero también Baco parece estar repetido, a juzgar por el ya comentado BAC  incompleto de la línea tercera.

En cualquier caso, se trataba aquí de demostrar cómo los pretendidos signos de interpunción  que para Isabel Velázquez sólo podrían ser puntos medios, cuadrados, triángulos, vírgulas u hojas de hiedra, pueden ser también sustituidos por iconografía diversa o dibujos figurativos en ese contexto en el que, como ella misma señala, el uso de dichos signos era absolutamente irregular y hasta, además, el siglo X.

Volviendo al informe de Isabel Velázquez, ésta dice a continuación: “Por este motivo resulta sorprendente que en los grafitos de Veleia aparezcan comas, no por la forma (aunque ésta sea minoritaria y extraña en inscripciones de la época y en Hispania), sino por la función que en ellos adquieren, siendo interpretables como pausas en enumeración de listas de nombres y muy distintas, en cualquier caso, de algunas formas de interpunción que pudieran guardar cierta similitud formal”.


Cuando dice “por este motivo”, se refiere a lo que acabamos de anotar: sólo sería esperable para ella un punto medio, un triángulo, un cuadrado, una hoja de hiedra o formas de vírgulas similares a las comas (éstas a veces en el pie de la propia caja, de forma similar a la actual)

Estas afirmaciones que, en principio, parecen contradictorias entre sí, se explican al parecer porque Isabel Velázquez está hablando más de la función de esas vírgulas que de su forma, de modo que lo sorprendente para la catedrática es no la aparición de la coma en sí , sino la función que desempeña en algunos grafitos, una función semejante a la actual: marcando pausas en enumeración de listas de nombres.

Joaquín Gorrochategui dice: “la coma como signo gráfico fue totalmente desconocida en la antigüedad”.

Desconcertante. Ambos comisionados no están de acuerdo, por lo que se ve. Recordemos lo que decía Isabel Velázquez: “Lo más habitual en época imperial son puntos medios, también cuadrados, triángulos, incluso formas de vírgulas similares a las comas (éstas a veces en el pie de la propia caja, de forma similar a la actual) y, sobre todo la denominada hedera distinguens, una hoja de hiedra sencilla que puede estar dibujada con el vértice hacia arriba o hacia abajo. Pero en todos los casos estas marcas separan o bien letras o bien palabras, incluso sílabas. Los signos de interpunción no marcan pausas como tales del discurso, ni enumeraciones de nombres, etc.”


Lo mismo puede constatarse a partir de estas palabras de Gorrochategui: “El único signo gráfico empleado con normalidad en la escritura latina fue el de la interpunción, consistente en un punto a altura media de la caja”. ¿No existen para Gorrochategui las hiedras, los triángulos y los cuadrados de los que habla Isabel Velázquez? Dice casi a continuación: “Sabemos que de manera muy esporádica se utilizaron otros signos para indicar aspectos prosódicos del texto: paradas, finales de párrafo, etc”.

No es eso tampoco lo que dice Isabel Velázquez. Según ella, no eran esporádicos, sino de uso habitual. Y, también según ella, estas marcas separan o bien letras o bien palabras, incluso sílabas. Los signos de interpunción no marcan pausas como tales del discurso. Pues Gorrochategui dice que sí, que se empleaban para indicar aspectos prosódicos del texto: paradas, finales de párrafo, etc.


Las lecciones de los comisionados dejan al lector muy confuso acerca de los signos de interpunción, su forma y su función. A uno sólo se le ocurre explicarse tal contradicción pensando que tal vez hablan de cosas diferentes: Velázquez de rollos de papel, Gorrochategui de soportes duros, es decir, de epigrafía. Pero no son lo suficientemente prolijos en detalles y explícitos como para dejar eso -ese importante detalle- en claro.

Tampoco sobre la colocación de la coma están de acuerdo: “Un signo gráfico consistente en una pequeña raya era la virgula, pero se escribía siempre en la parte superior de la caja de escritura” (Gorrochategui). Velázquez: “los diferentes gramáticos latinos han dejado escrito cómo podían ser utilizados, siendo después en el s. VII recopilados y expuestos por Isidoro de Sevilla de forma didáctica y simple. Existía un punto bajo, denominado comma, para las pausas breves (subdistinctio); un punto a la altura media de la caja del renglón (colon) para las pausas medianas (distinctio media, equivalente más o menos al actual punto y coma: ; y un punto alto (periodus) para las pausas finales o final de frases (subdistinctio finalis)”.

No hay acuerdo entre Joaquín Gorrochategui e Isabel Velázquez acerca de cuáles signos de puntuación existían en la antigüedad, ni sobre su forma, ni sobre su función ni sobre su colocación en la caja del renglón. 

También existe contradicción entre Joaquín y Gorrochategui -así como entre Isabel y Velázquez, como ya se ha visto-, pues en la página 9 de su dictamen dice: “la coma como signo gráfico fue totalmente desconocida en la antigüedad”, y en la página 10: “Un signo gráfico consistente en una pequeña raya era la virgula”. Un signo gráfico consistente en una pequeña raya, ¿no es una coma? Y virgola ¿no es la palabra italiana actual para decir “coma”? 
¿O es que lo que quería decir -y no supo expresarse bien- era que la coma fue totalmente desconocida en la antigüedad con la función actual? “No hay ningún testimonio de la existencia de comas gráficas, en el uso que nosotros le damos ahora, hasta el inicio del Renacimiento”. Luego sí hay testimonios de comas, aunque con otra función diferente de la actual. (?)

(…)
¿Qué dicen Ciprés y Santos Yanguas sobre los signos de puntuación? Quizás estos especialistas en epigrafía puedan dirimir entre los dos catedráticos filólogos (y no epigrafistas, aunque Isabel Velázquez sea directora de la revista Hispania Epigraphica) que no se ponen de acuerdo. Dicen: “En la Antigüedad se documenta el uso de signos que acompañan a la escritura. Los más antiguos son los llamados signos de interpunción cuya utilización en los papiros no se prolonga más allá del siglo II, mientras que en la epigrafía se mantienen aproximadamente hasta el s. IV

Admiten la existencia de la interpunción en la epigrafía.

«Generalmente se trata de puntos (puncta) puntos [sic] triangulares o especie de pequeños trisqueles, hojas de hiedra (hederae), a veces trazos oblicuos, que, colocados a la altura media de las letras, están destinados a separar palabras dentro de un texto. Su finalidad no es puntuar, es decir, marcar las pausas que hay que seguir para una lectura y comprensión correcta de un texto. Su presencia también está atestiguada en algunos grafitos para separar los elementos del nombre (praenomen, nomen y cognomen) e, incluso, en algún texto más largo”.

Como se ve, concuerdan con la catedrática de filología latina en que existir, existían. Discrepan con ella y coinciden con Gorrochategui en que los signos de interpunción separaban palabras, es decir, en cuanto a su función. Pero la siguen a ella en el reconocimiento de diferentes tipos de signos como la hoja de hiedra. Y parecen querer dejar claro también ellos que la función de las comas veleyenses es la actual: marcar las pausas que hay que seguir para una lectura y comprensión correcta de un texto.


¿Qué dicen acerca de la coma?
Ciprés y Santos Yanguas dicen que “desconocida en la Antigüedad, es el resultado de la estandarización que experimentó la puntuación en época moderna como consecuencia de la invención y la expansión de la imprenta (…) La coma, tal y como la conocemos hoy, se atribuye al impresor Aldus Manutius (Teobaldo Manucci) en el siglo XVI”.

Parecen estar de acuerdo, al menos en parte, con Joaquín Gorrochategui: «desconocida en la Antigüedad.» Sobre las comas veleyenses, dicen: “El signo aparece representado como una pequeña raya oblicua dispuesta en la parte inferior de la línea, similar a lo que en nuestros días identificamos como una coma, y con la función de puntuar un texto breve”.


No aportan nada más al respecto. No parece que vayan a aclarar la situación tampoco ellos.

De todos modos, a cualquier persona que no sea epigrafista se le ocurre, al experimentar con un objeto punzante sobre un trozo de cerámica o de hueso, que esa pequeña raya oblicua, independientemente de que sí está documentada en la Antigüedad, también podría haber pretendido ser un punto -al parecer un signo de interpunción que no habría suscitado problemas para los comisionados-, un conciso punto que es muy difícil grabar sobre un soporte duro, pudiéndose convertir en un pequeño trazo semejante a lo que hoy llamamos coma en el mismo y puro intento de hacer visible el punto.

También la arqueóloga Idoia Filloy ha hecho esta reflexión en su informe, aportando una cita a propósito de las incisiones parietales epigráficas del libro sobre las estelas e inscripciones medievales del País Vasco de Agustín Azkarate: “La escritura se realizó, indudablemente, con un estilete u objeto similar de punta muy afilada a juzgar por la finura de las incisiones. Creemos que las consideraciones que realizara M.N. Díaz y Díaz sobre las pizarras visigóticas son válidas también, en términos generales, para nuestro contexto. Señalaba allí el insigne investigador que las pizarras se encuentran en una situación intermedia entre los textos sobre papiro o pergamino y los textos epigráficos sobre piedra, recordando en esta línea que “mientras que sobre una piedra (…) el incisor realiza distintos ataques para labrar el signo, en nuestros textos hace falta un impulso o precisión inicial que hunda el estilo en la pizarra” (M.C. Díaz y Díaz, 1975:25). Aunque el soporte de nuestras incisiones sea de distinta naturaleza -arenisca de grano fino- su respuesta a los intentos del incisor es bastante similar al que pudiera ofrecer el material de pizarra. Allí como aquí, se intentará, por lo tanto, huir de los pequeños bucles, debido a las fáciles descamaciones que provocan, se buscará el trazo lineal, la amplitud de curvas y -fundamentalmente- el arranque de las inscripciones desde su parte superior”.

Así, la arqueóloga de Lurmen llega a la conclusión de que “también en el caso de los grafitos de Veleia y por los propios condicionantes del soporte y la técnica de grabado, puede que se esté “buscando el trazo lineal”, de forma que los puntos, difíciles de grabar mediante incisión, se conviertan en dichos trazos lineales que, en algunos casos, parten de la mitad del renglón o de un poco más abajo. Además, si partieran de más arriba, hubieran podido confundirse con letras como la “i”, u otras, problema que se resuelve bajando un poco el trazo, hacia su parte más inferior. Esta explicación, totalmente plausible, explicaría la aparición de los trazos denominados como “comas” por los expertos de la comisión, mostrando simplemente una adaptación gráfica de signos de puntuación, como los puntos, utilizados en la Antigüedad.” 

(…)

El hecho es, en fin, que en algunos óstraca de Iruña-Veleia hay incisas unas pequeñas rayas muy semejantes a las comas actuales, pero más rectas. Concretamente,  24 comas se reparten en 14 óstraca eusquéricos, y también aparecen en cinco grafitos latinos. Llama la atención el hecho de que mayoritariamente aparezcan en un sector concreto del yacimiento: el sector 6, de donde proceden en su mayoría los textos en euskera. En el sector 5 (recinto 59,  UE 51144, o supuesto paedagogium) también aparecen, en los mencionados textos en latín, pero en menor medida y siempre puntuando en textos breves. 

Veamos en primer lugar las fotografías de las comas del sector 5:     

Pieza nº 11139 
 (sector 5): JVPITIIR VIINVS PATH / VIINVS IIT / ENEAS, / JVLIOA. / ¿EYPATHIIS?

Hay una coma después de ENEAS, marcando no tanto una pausa (ya que no se trata de textos de periodos propiamente dichos, sino de sintagmas nominales) como una separación temática.



Pieza nº 11267 

 (sector 5): TVLIVS , PATIIR FAMILIAII


En esta pieza el grafito parece responder a una típica marca de propiedad en la base de una jarra de terra sigillata hispanica de un tal TVLIVS que sería el paterfamilias

 de la casa en la que se usaba dicha jarra. La inscripción está realizada en círculo y en el centro de la pieza hay un anagrama de dudosa lectura (Lurmen propone TPF, siglas que corresponderían a modo de sello personal al mensaje de la inscripción, Tulius Pater Familiae). La coma se halla detrás del nombre propio del tal padre de familia, separando así el poseedor de la jarra de su aposición.


Pieza nº 11287 

 (sector 5): SIICVANO , / PRIMA GIO

 La coma, al igual que en la pieza anterior, separa al nombre propio SIICVANO del aparente complemento del nombre que le acompaña (¿referencia a la Cohors I Gallica?).


Pieza nº 11425 

 (sector 5): “ENIIAS”  , ANQVISIIS / ET VENVS FILI

La coma separa a ENEAS de su complemento en aposición explicativa ANQVISIIS ET VENVS FILI, por lo que la pausa resulta gramaticalmente idéntica a la de los casos anteriores.

Pieza nº 12390 

 (sector 5): AD MAIORIIM / DIII , GLORIA

Los arqueólogos de Lurmen advierten que la coma de este grafito no es segura, pudiéndose tratar de un trazo accidental o de un rayón en el soporte, que en este caso es una vértebra de bóvido. Realmente el texto no requiere de ninguna coma al no existir pausa.

Si bien no se trata del mismo caso exactamente, cabe recordar aquí las palabras del informe de Ciprés y Santos Yanguas a propósito de los signos de interpunción: “Su presencia también está atestiguada en algunos grafitos para separar los elementos del nombre (praenomen, nomen y cognomen) e, incluso, en algún texto más largo”. No es exactamente, como decimos, el mismo caso, pero sí exactamente equivalente: en lugar de encontrar separados los tres nomina de una persona, lo cual es perfectamente corriente en la epigrafía según estos expertos, en estos casos veleyenses -excepto en el primero- observamos que el nombre está siendo separado de su complemento del nombre en aposición, que a efectos de sintaxis y de semántica es equivalente a la función que cumplen el nomen y el cognomen  que acompañan a un praenomen.


Aparte de estos cinco óstraca con textos latinos hallados en el sector 5 de la domus Pompeia Valentina o supuesto paedagogium, la llamada coma aparece en no pocos óstraca aparecidos en el sector 6 o domus Ecclesia, en la que también se constata que se produjo un derrumbe y en donde principalmente ha aparecido el conjunto de los grafitos eusquéricos.

La mayor parte de las veces en las que puede observarse un signo semejante a la coma actual se trata de textos en euskera, mayoritariamente puntuando en texto breve pero también separando palabras de un listado, concretamente en los siguientes óstraca:

Pieza nº 13361 

 (sector 6): NIIRII / «`ATA ́ ́ ́ZII / II / YAVH / II «`AT / TA (el texto está grabado en inscripción continua en sus dos caras)

La “coma” no separa palabras, sino que marca una pausa en un texto breve de dos palabras.

Pieza nº 13362 

 (sector 6): (superficie exterior) SAMVIILL , «`YAVHII  ́ ́ ́ FILI

En este caso el trazo separa el nombre propio SAMVIIL de su complemento del nombre de filiación (“Samuel, hijo de Yahvé”), idénticamente a los casos de los textos latinos ya presentados.

Pieza nº 13364 

 (sector 6): GIIVRII «`A T A  ́ ́ ́, ZVT AN / RIIINV «IIISVS  ́, T A / IIGIN BADI ZUR

De nuevo las “comas” aíslan un texto breve (GIIVRE «` ATA´´´, “Nuestro padre”) del resto del texto.

Pieza nº 13368 

 (sector 6): IIISVS , IOSHII ATA / TA MIRIAN AMA

El trazo aparece tras el primer nombre en una enumeración en la traducción “Jesús, José padre y Miriam madre”.

Pieza nº 13369 

 (sector 6): SAMVIIL , MARIO / VIILIIIAN JAVN

Separa aquí dos nombres propios, SAMVIIL y MARIO, seguidos por la aposición VIILIIIAN JAVN (“señor de / en Veleia”), no sabiéndose si se trata de dos personas diferentes o de una sola -la palabra eusquérica JAVN podría estar en singular (“señor”) o en indefinido o mugagabea (“señores”)- llamada en dos denominaciones , judeocristiana y romana respectivamente.

Pieza nº 13411 

 (sector 6): ATA , AMA / NIIVRII G

En este texto de difícil visionado en la fotografía grabado sobre un recipiente de vidrio la coma cumple la función de distinguir dos palabras de una enumeración de tres: ATA de AMA (“padre, madre”), seguidos por un ininteligible “mi G”.

Pieza nº 13396 
 (sector 6): AI II , I ó N II , I / I , LIIIO , / GI , MAI / IIDA , IAN / SVT I?
En este texto de complicada lectura la coma separaría palabras en una enumeración, si es que es correcta la traducción propuesta por el filólogo vasco Juan Martin Elexpuru: ?, ? / ? leiho? egin o ogi? mahai?, edan, jan, zuti(k)?


Pieza nº 13397 

 (sector 6): BIITA , ZVRI , AROS / VRDIN , GORY, / ANA, BIIR

También en este grafito se separan palabras en una enumeración, en este caso aparentemente adjetivos eusquéricos que significan colores.



Fuera de los sectores 5 y 6 también han aparecido óstraca en los que habría un signo parecido a la coma en sondeos:
En el sondeo 29, UE 29007, aparece un único caso aparentemente separando palabras de un listado:

Pieza nº 13955 

 (sondeo 29): SARAH , RVTH , BET(I?)

Al parecer, tres antropónimos femeninos judeocristianos son diferenciados mediante el trazo.

En el sondeo 32, UE 32005-A, se registra otro caso:



Pieza nº 16362 
 (sondeo 32, UE 32005-A): TV , LAIKII / BA I (ó TV, ? RE/ BA I ?)

Sea cual sea la lectura -nada clara, como se puede apreciar en la fotografía-, la “coma” independiza el ¿pronombre? TV del resto del texto, que aún no cuenta con propuestas de traducción que puedan ser tomadas en consideración.


En el sondeo 32, UE 32005-C, se encontraron varios casos:



Pieza nº 16364 

 (sondeo 32, UE 32005-C): NIIV VIILIIIAN / GORI BISI NA ,

La traducción del texto vendría a ser algo como “yo vivo en la Veleia roja” o “yo vivo en la Veleia de arriba”, no existiendo acuerdo sobre el sentido en el que debería entenderse el término eusquérico GORI (“rojo” o “crudo” si es adjetivo, “arriba” si hay que identificarlo con el adverbio del euskera actual goi, goian, gora). Parecería que se trata de un texto no terminado, ya juzgar por el espacio epigráfico que se ha dejado en blanco o sin aprovechar, aunque también podría pensarse que la “coma” está empleada a modo de punto final.



Pieza nº 16365 
 (sondeo 32, UE 32005-C):  NIIV LAIKI / (ηλLOς) NA , / XI VRTII TV , / VIILIIIAN / GORI BISI TA / ES TA VIILIII NO /VVA , BANA / OSO V POLI / TA , NIIV / RE ATA / ARAINA / ARRAPA 

El signo que venimos llamando “coma” marca en este óstracon pausas en el texto al modo en que se hace actualmente: “Yo Laiki / laica -¿antropónimo o adjetivo latino femenino laica con terminación griega de la koiné de femenino en -i ?- (Helios, «sol») soy, tengo once años, vivo en Veleia de arriba (¿roja?) y no es Veleia Nueva, pero es muy bonita (?), mi padre coge pez». (La traducción que damos de POLI / TA es la que se baraja, aunque pensamos que podría tratarse de la palabra griega πόλις y el verbo copulativo eusquérico «da»).

Pieza nº 15910 
 (sondeo 32, UE 32005-C): NIIVrII / AMA , RO / MAN / ILTA , CIS / TIANA


La traducción parecería ser “Mi madre, ha muerto en Roma, cristiana”, si es que ha de entenderse que en la última palabra hay una errata y falta la R y un error ortográfico de C por CH como el de CRONOS, aunque también puede entenderse como un antropónimo femenino (CISTIANA) que correspondería al nombre de la madre o bien al de la hija que escribe el improvisado epitafio.




Pieza nº 15920 
 (sondeo 32, UE 32005-C): NIIV XII / VRT(…) TV , III / RIIBA TV , NIIV / CII(…)

Las comas marcan pausas muy lógicas desde el uso actual separando oraciones independientes y con coherencia sintáctica. La traducción del texto podría ser “Yo tengo doce años, tres hermana tú, yo ciento dos” (…). Al existir una capa de concreción considerable en la parte baja del óstracon, no puede leerse el final del texto, como puede apreciarse en la fotografía.



Pieza nº 15921 
 (sondeo 32, UE 32005-C): VIILII / IAN OSO / LAGVN , / MARCVS / N

La coma aislaría MARCVS del resto del texto, lo cual viene a ser lo mismo que hemos visto en tantos otros textos en los cuales un nombre o sintagma nominal es separado de su complemento en aposición mediante una coma, sólo que en este caso el orden estaría invertido, encontrándose el nombre explicado al final: «En Veleia muy amigo, Marcus N».



Hasta ahora hemos visto las comas de los grafitos de Veleia y cómo en los informes de la comisión de la Diputación Foral de Álava son considerados imposibles o inexistentes. Sin embargo, no son inexistentes aparte de Veleia: una “coma” similar a las de Veleia se ve en un papiro de Egipto del siglo I d.C., mostrado por Idoia Filloy en la página 28 de su informe:
Papiro 8507  de Egipto del siglo I d.C. Oratio de criminalibus quaestionibus: “Habentibus satis est. 
Nam quidem…”



También Miguel Thomson ha aportado en este blog (http://www.amaata.com/2013/02/comas-en-la-antiguedad.html)

 la fotografía de una inscripción de Ostia Antica en la que además de las comas aparecen otros signos de interpunción, como las hederae y el espacio en blanco con separación entre letras: 




Se observa una sistemática en el uso de los tres modos de interpunción: las hiedras aparecen en la abreviación de las fórmulas hechas que se repiten en la epigrafía (Dis manibus, bene merentis) mientras que las comas aparecen cuando hay un texto abreviado con el nombre del susodicho (Titi Tetti Cai en genitivo) y su cargo religioso (VI viri augustalis, asimismo en genitivo apositivo). En cuanto a cuando no hay interpunción, se observa que ello sucede cuando la palabra no está abreviada (SACRVM, TETTI y la filiación en genitivo FILII LENI). Si está abreviada, como hemos dicho, hay «coma». Así que parece que la interpunción en este caso indica abreviación.

Y Txomin Latza ha aportado en un comentario a dicho post de Miguel Thomson

otro ejemplo de signos de interpunción sobre piedra en Valencia; se trata de la inscripción latina del Museo de Alcoy que contiene signos de interpunción similares a los de la inscripción de Ostia Antica y a los de Iruña-Veleia:



[C]n(aeus) Terentius
Censorin
[US] ann(orum) LX
h(ic).s(itus).se(st)
(Cneo Terentio Censorino, de sesenta años, aquí está sepultado).

Encontramos en las líneas de distribución del texto un corte silábico que separa el cognomen. La fórmula funeraria H.S.E tiene signos de interpunción semejantes a la coma veleyense. El genitivo referente a la edad ann(orum) aparece abreviado. Así, la interpunción se especializa en este caso en la abreviación de una fórmula.

Es evidente a partir de los ejemplos de Veleia misma y de los otros tres aquí aportados que existe en la epigrafía una ausencia de tipificación relativa al modo en que debía usarse la interpunción, sea ésta del tipo que fuera (coma, hoja de hiedra, punto, espacio en blanco…, una granada abierta por la mitad, un sol, unas llamas, unos granos de arena, unas gotas de agua, un racimo de uvas…) , ya que la hiedra tan pronto puede emplearse para abreviar fórmulas como puede hacerlo el signo parecido a la coma actual.

Y no sólo evidente sino que también de perogrullo que la coma o el signo que se parece a la actual coma existía en el mundo romano. Nihil novum sub sole.