Entre las muchísimas afirmaciones sorprendentes de los filólogos de la comisión científica asesora que se pronunció sobre la autenticidad o la falsedad de los grafitos de Iruña-Veleia se encuentran las relativas a la letra J presente en tres de los óstraca y que evidencia un tratamiento fonético palatalizado de la I precediendo vocal, concretamente la U, en el nombre JULIO y en el teónimo JUPITER. Esto quiere decir que en el siglo III, momento en que están datados esos grafitos, el nombre Iulius del latín clásico ya se pronunciaba de modo análogo a como lo hace el italiano, que por ello escribe Giulio, del mismo modo que escribe el antropónimo Iunius -que no el nombre del mes- como Giunio, o Giunone para referirse al acusativo -forma heredada- del teónimo Iuno (Iunonem en latín clásico), correspondiente al castellano Juno (pues el castellano ha heredado para la advocación de esta diosa el caso nominativo). En cuanto a JUPITER, el italiano escribe este teónimo como Giove, empleando la advocación de Iovis (a partir del acusativo Iovem) que recibía este dios junto con el de Iuppiter en latín clásico; también en la grafía de Giove se observa la misma pronunciación palatalizada de la I precediendo en este caso a la vocal O. 

Estos grafitos aportan el dato concreto de que también en el latín hablado en la Península Ibérica la I precediendo a la vocal U se había palatalizado en su uso como yod, y que ya lo había hecho en el siglo III (mera datación ante quem), como lo había hecho en el latín que devino en italiano, en este caso en realidad ya al menos dos siglos antes, pues en Pompeya hay indicios de esa pronunciación, como además recoge Veikko Väänänen en su Introducción al latín vulgar (pág. 96):

El paso de i, e en hiato al grado y está asegurado por el romance común, por ej. vinea > rum. vie, it. eng. vigna, log. bindza, fr. vigne, prov. port. vinha, cat. vinya, esp. viña (…). La evolución ha comenzado, sin duda, muy temprano en la lengua hablada (…) en Pompeya, la letra I o J, llamada i larga (de donde deriva la J, j de los alfabetos modernos, signo de yod en las lenguas germánicas y otras), indica con frecuencia, además de la vocal i larga, la semivocal. Pero nosotros la encontramos un cierto número de veces empleada por y: no sólo en jam, janua, jucundus, cojunxit, Pompejanus, etc., sino también en 1433 Januarjius, 4840 Junjus, 3995 Juljius, 56 facjo, X 861 genjo, 5097 (dos veces) jamus = eāmus, etc”.

Precisamente por aparecer estos testimonios pompeyanos en el primer manual a consultar cuando se quiere aprender acerca del latín vulgar resulta aún más asombroso que su presencia en la Iruña-Veleia del siglo III haya parecido inconcebible a los comisionados; recuérdese a este respecto a Joaquín Gorrochategui afirmando en su informe (págs. 10-11) que la J en la Antigüedad es simplemente inexistente:
En la antigüedad, si bien la V podía adoptar en los escritos cursivos y especialmente en la escritura uncial una forma muy parecida a la u, nunca jamás hubo ninguna letra J. Por esa razón, resultan imposibles ciertas grafías que hallamos en algunos óstraca.”
Pero, volviendo a la pronunciación de la letra (llamada «i longa» y consistente en una variante de la I) que ya Pompeya demuestra que sí era empleada en la Antigüedad para la grafía del sonido yod, lo que obviamente no evidencia la grafía de este nombre es la pronunciación moderna de la J en castellano como fricativa velar sorda, como la filóloga Isabel Velázquez da a entender en su informe sobre los grafitos escritos en latín (pág. 8), y utilizando eso como argumento -de lo contrario no se entiende el porqué de su injustificado excursus sobre la J del castellano- para apuntar a la imposibilidad de datación en el siglo III en el caso de los grafitos que contienen esta letra:
“Pero lo más llamativo es, sin duda, la presencia de J y no I en nombres donde hoy se escriben en castellano con “jota”, tipo Julio (…) Aunque el origen gráfico de esta letra J actual procede de la llamada “i longa” (sin confundir con la i longa de tipo fonemático) que se escribía como prolongación de la i por debajo de la caja del renglón -como puede verse en inscripciones y en manuscritos, sobre todo cuando se trata de representar el uso de  “i consonántica o yod” frente a “i vocálica”, por ejemplo, titjus-, y su nombre deriva lógicamente del nombre de la letra griega “iota”, su forma fluctuará con x, g, y en fonemas palatales en la Edad Media, pero el uso para representar /χ/, es decir la “fricativa velar sorda”, no se da hasta el siglo XVI en que, en efecto se produce este fonema como retraimiento de la articulación en la pronunciación del fonema fricativo prepalatal sordo /š/ (…)”
Quienes seguimos este blog desde su creación a finales de 2012 ya hemos hablado de la J en numerosas ocasiones y no he dicho para ellos hasta ahora nada nuevo. Pero la introducción a este post que supone todo lo dicho hasta ahora está dirigido a las personas que por primera vez se acercan al asunto de los grafitos de Iruña-Veleia y que acuden a este blog en busca de información, lectores que a menudo descuidamos los autores de este blog por dar por hecho que todos sabemos de lo que hablamos, cuando ello no es así (aprovecho la ocasión para disculparme personalmente por ese descuido nuestro de los lectores nuevos y de los nuevos lectores en potencia que habrán de llegar y que se pierden al leer nuestros artículos, por falta de feedback y siendo ello error nuestro y solamente nuestro). Lo que viene a continuación, como lo escrito hasta ahora, está dirigido a esos nuevos lectores, pero ya también a los veteranos, y se trata de un nuevo testimonio para nuestra colección (nuevo al menos para mí, y pido perdón si ya había sido traído alguna vez aquí o a algún otro lugar por alguien y yo me lo había perdido) que prueba la pronunciación como yod de la I precediendo a la vocal U en época romana en la Península Ibérica, concretamente en este caso en la ciudad celtíbera y romana de Segóbriga (Saelices, Cuenca). 
En el museo del yacimiento hay una inscripción dedicada a Zeus (interesante, entre otras cosas, por la información que aporta en relación a la religión griega en Hispania) por un tal C. Iulius Silvanus Melanius, quien fue procurator Augustorum prouinciae Hispaniae Citerioris y conocido por su presencia en el distrito minero leonés de Las Médulas, el cual debió estar en Segóbriga en época de Septimio Severo (finales del siglo II y/o principios del III). La inscripción está escrita en griego, lo que también la hace especial, por ello mismo y por ciertas características lingüísticas que bien podrían traerse aquí en relación a otras cuestiones fonéticas del latín de Iruña-Veleia, si no fuera porque en este post pretendo tocar solamente el tema de la letra J por razones de orden y organización de la información. Lo interesante con relación a la J veleyense es que el nombre Iulius aparece escrito en esta inscripción como Γιούλιος, con gamma inicial, habiéndose de transcribir al alfabeto latino como Gioulios, es decir, con una grafía análoga a la del italiano Giulio (cuando en griego clásico este nombre es escrito Ιούλιος). Ello demuestra que los ensayos ortográficos que encontramos en Iruña-Veleia para la escritura del nombre Iulio en la forma Julio son coherentes con la pronunciación que recibía dicho nombre  y ya desde tiempos anteriores a los datados por la Arqueología para los grafitos de Iruña-Veleia (segunda mitad del siglo III), lo cual convierte a éstos en perfectamente posibles, contrariamente a lo que afirman Joaquín Gorrochategui e Isabel Velázquez en sus respectivos informes. Estos catedráticos, en fin, no solamente no conocen (¡eso demuestran!) las inscripciones de Pompeya ni el manual básico sobre el latín vulgar de Veikko Väänänen, sino que tampoco parecen haber visitado nunca Segóbriga (algo extraño en amantes del mundo romano), o sí la han visitado pero no se han fijado, filólogos despistados, en el dato que ofrece la gamma; en caso de que nunca hayan ido a Segóbriga, no parecen haber oído hablar jamás de esta interesantísima ara escrita en griego en la Hispania romana (algo llamativo por parte de Isabel Velázquez, directora de la base de datos Hispania Epigraphica). 

Errare humanum est.

…O sí conocen las inscripciones de Pompeya, y el estudio de Väänänen, y el ara de Segóbriga…, así se esperaría que fuera pues no en vano son catedráticos…, pero silencian toda esa información en sus informes de 2008 para la Diputación Foral de Álava.

2018. Perseverare in errore diabolicum.



Ésta es la inscripción de Segóbriga, que a partir de ahora debe contarse en nuestra colección de paralelos a las supuestas «anomalías» de los grafitos de Iruña-Veleia.