Objetivo: responder a las informaciones aparecidas en la edición de Álava del Correo a raíz de la filtración del informe de la Ertzaintza sobre Iruña-Veleia, con el titular: «Iruña-Veleia: «La más grave falsificación de la arqueología mundial de los últimos años».

Hablarán: Eliseo Gil Zubillaga e Idoia Filloy Nieva, ex directores del yacimiento.

Hora y lugar: viernes 4, 11:30, en el Centro Cívico Aldabe (Portal de Arriaga 1) VITORIA

Presentaciones:


Eliseo Gil

Idoia Filloy
Koenraad Van den Driessche


Texto leído por Eliseo Gil en la rueda de prensa:

Iruña-Veleia, “la más grave falsificación de la arqueología mundial de los últimos años” o nuevas anotaciones en el libro de estilo de enfangar reputaciones de El Correo.
Han pasado siete largos años desde aquel aciago 19 de noviembre de 2008 en el que una Orden Foral se cruzó en el camino de un equipo y unas personas entre quien les habla se encuentra el principal perjudicado. Pareciera inconcebible que una decisión de calado político, como la llevada a cabo por la titular de la cartera foral de Euskera, Cultura y Deportes de la época, fuera capaz de descarrilar un proceso de investigación como a la sazón ha sido. Pero lo cierto es que había poderosos intereses afectados y, como se ha visto, se han resistido con uñas y dientes a que este hoy triste caso deambulara por los tradicionales vericuetos de la Ciencia y la investigación.

Así, nos hemos visto sumergidos en un marasmo de penalidades judiciales, avivadas mediante las condenas de facto a través de los medios de comunicación, de lo que lo sucedido en esta semana y protagonizado por un conocido rotativo alavés es un patético ejemplo. Ningún espacio para la presunción de inocencia; las consabidas y tristemente habituales filtraciones, nos arrojan nuevamente a los cascos de los caballos. Todo es válido para batir al enemigo declarado por la prensa afecta a la versión oficial. Poco importa que, como parte interesada en el proceso judicial, el que suscribe sea el último en recibir el cacareado informe policial. A quién le preocupa tal minucia si el sanedrín reunido al efecto ya tiene definidos a sus “culpables”.

Y, en cuanto al presunto meollo de lo filtrado -con una buena dosis de inocencia y con los referentes de la cultura cinematográfica y de las teleseries en particular-, uno esperaría de un informe policial que fuera un ejercicio de investigación, presentando pruebas físicas para que las instancias judiciales armen su juicio y ulterior veredicto. Pero hete aquí que no sólo las pruebas brillan por su más palmaria ausencia, sino que, aparentemente para compensar, lo que se ofrece es un ejercicio de imaginación, con hipótesis, posibilidades y argumentaciones varias. Diríase que el tiempo y los recursos empleados no han sido fructíferos para las tesis de la querellante.

Resulta inevitable, por tanto, recalar en el quid de la cuestión. ¿Hay o no hay caso? Es este un “crimen” en el que aún hay que demostrar fehacientemente que haya un “muerto”. Los propios periodistas, recogiendo el citado informe policial nos hablan de “la hipótesis de la presunta falsedad de la mayor parte de los 400-450 grafitos excepcionales”. Es decir, todavía estamos en esas, en la más absoluta falta de demostración científica de que esa hipótesis sea correcta.

Y es que, a lo largo de este dilatado proceso judicial hemos intentado por todos nuestros medios que las piezas en litigio se analicen correctamente y con todas las garantías, para saber, algo tan básico, como si nos encontramos o no ante un delito. Hay que recalcar que se da la paradoja que, pese a tratarse de la parte querellada hemos pedido las analíticas que pudieran dirimir realmente la cuestión. Pero los procedimientos judiciales tiene su propio recorrido y nos hemos encontrado solamente con una respuesta parcial a nuestras peticiones de la que el caso para nosotros más sangrante es el estudio llevado a cabo por el IPCE, sobre la presencia de anomalías –restos metálicos- en la superficie de una selección de piezas. Y es que, en un ejercicio de voluntarismo, diríase que imbuido por el síndrome de Veleia, el técnico en cuestión ignora tan tozuda como inexplicablemente que las piezas han pasado por un largo proceso desde su hallazgo en la excavación, hasta su depósito en el museo, habiendo sido sujeto de procesamientos, estudios e informes diversos. Toda esa historia que sin duda podría explicar la presencia de partículas metálicas modernas en la superficie de las piezas es, como recalcamos, olímpicamente obviada en el estudio del IPCE y, paradójicamente, allá donde hay costras y depósitos conservados, justamente allá donde podríamos saber si las piezas son o no genuinas, el tema NO ha sido investigado.

Por todo ello nos reiteramos en la petición de las necesarias analíticas para dirimir esa cuestión tan básica. Solicitamos eso sí, que se lleven a cabo con las mayores garantías de ecuanimidad, allá donde la sombra de la duda veleiense no extienda sus tentáculos prejuiciosos, en un laboratorio internacional de reconocida solvencia.

Dicho esto es necesario incidir en otra obviedad aparente y es la cuestión, nada baladí para nosotros, de la inocencia de los aquí presentes. Sé que resulta difícil con la pretendida contundencia de los medios pero es necesario un ejercicio de empatía para acercarse a comprender el calvario que estamos viviendo, no sólo ya para quien como quien suscribe está imputado, sino además para toda una serie de víctimas colaterales que se señalan sin pudor en la prensa y a las que se marca con el viscoso estigma de la condena mediática.

Nuestro único “delito” fue encontrarnos con una serie de hallazgos que juzgamos como excepcionales y dar el paso de compartir con la sociedad el descubrimiento, que tras las pertinentes consultas creímos genuino, obligación por otra parte, la de la socialización de lo hallado, de cualquier equipo de investigación, como es bien habitual y conocido en la praxis científica. De ahí, prácticamente sin solución de continuidad, nos hemos visto involucrados en un proceso judicial inédito en el ejercicio de la Arqueología mundial, parafraseando a cierto titular.

Creemos que es, sin embargo, el contenido y significado de lo hallado lo que es una verdadera patata caliente ya que va a dar en la línea de flotación de lo establecido por una cierta corriente académica, particularmente en lo que hace a los temas del origen e introducción del Euskara y el Cristianismo. Palabras mayores sin duda, para unos grafitos que, frecuentemente, son calificados como burdos e infantiles ya que, si ello fuera así, este asunto no hubiera acarreado tan funestas consecuencias y airadas reacciones.

Tampoco podemos pasar por alto el tema de la oportunidad de este nuevo levantamiento de la veda por parte de determinada prensa. Habría que ser muy ingenuo para obviar el efecto de acción-reacción por ejemplo con el hecho de la reciente publicación de un artículo de Edward C. Harris, el padre de la moderna metodología de registro estratigráfico –base del método arqueológico-, en el que pondera según su opinión el buen trabajo llevado a cabo por Lurmen durante la investigación en Iruña-Veleia, en lo que hace al registro estratigráfico, que considera además una herramienta adecuada para auditar una excavación arqueológica. Este juicio choca frontalmente con lo mantenido por los miembros del Área de Arqueología de la EHU/UPV quienes catalogaron los mismos trabajos como inadecuados por definirlos de una forma suave y cuyo dictamen fue utilizado como un argumento más para nuestra salida del yacimiento y ulterior sustitución al frente del mismo por uno de sus miembros.

Qué decir del aún más reciente artículo de opinión del ex juntero Iñaki Aldecoa, quien ofrece un detallado relato de las irregularidades habidas a su juicio en el proceso que llevó a la expulsión de Lurmen y la subsiguiente querella foral. Todo ello, en nuestra opinión, ha sido caldo de cultivo para esta virulenta reacción mediática que ha vuelto a restregarnos por la cara los fantasmas de un pasado reciente que nunca tuvo que llegar hasta los límites donde ha llegado. Un proceso que debió resolverse en el ámbito de la Ciencia y no en el marco de este extraño viaje a ninguna parte en el que estamos ahora inmersos.
Afortunadamente no estamos solos en este involuntario peregrinaje por el limbo. De manera tan altruista como desinteresada toda una serie de especialistas han elaborado un buen corpus de informes de las más variadas disciplinas, que abogan por la autenticidad de lo hallado y por la idoneidad del método arqueológico de excavación empleado, nuestro reconocimiento a todos ellos y a las asociaciones que apoyan esta desigual confrontación, como Sos-Iruña/Veleia, Euskararen Jatorria o Martin Ttipia.

Habrá que ser positivos y pensar qué diferentes habrían sido las cosas en la divulgación de esta noticia si sus redactores hubieran escogido como titular el párrafo final del informe policial y no el anteúltimo como figura en la misma, relegando lo a nuestro juicio verdaderamente sustancial a una mención de pasada en el cuerpo del texto. No nos resistimos a reproducirlo nosotros, es como decimos el párrafo segundo y último de la “consideración final” del informe de la Ertzantza, dice así: “No obstante, el Equipo (Instructor) también es plenamente consciente de las grandes dificultades existentes a la hora de acreditar las responsabilidades individuales de lo sucedido, problemas derivados de las peculiares circunstancias del descubrimiento de los “grafitos excepcionales”. (pág. 720 del informe de la Ertzantza, el subrayado y negrita como en el original). Un aforismo nos viene a la cabeza: “para este viaje no hacían faltas estas alforjas”. Sin duda el informe policial es tan prolijo como laborioso, pero no se despega del terreno de las hipótesis, Y nuevamente otros dato positivo, una vez culminado este trámite de la instrucción nos adentramos en una nueva etapa en la que albergamos las máximas esperanzas de llegar a buen puerto.

Eliseo Gil Zubillaga
Lurmen S.L.