IV

IR-11258-1/11258-2

Fig. 22. Pieza IR-11258, cara A.
Fig. 23. Pieza IR_11258, cara B.

Fusayola/óstrakon de T.S. que, a primera vista, parece ostentar una lectura que no le corresponde, tanto en el anverso como en el reverso, circunstancia  que habría dado fuelle a algunos de los defensores de la falsificación de estos vestigios arqueológicos al ser mostrado como uno de los principales argumentos en contra de la autenticidad de tales restos debido a que habrían sido riscados recientemente sobre la superficie redondeada de dos fusayolas: en una de ellas solamente en su cara anterior con el adverbio NO, en tanto que en la segunda dos: SI en una de las caras y NO en la contraria de la misma pieza. Y, como quiera que esos adverbios parecen trasladarnos a todos a la Real Academia de la actual lengua común, deberían, según los “sabios”, ser estigmatizados con el rótulo de “falsos”. Ahora bien, prescindiendo, de momento, del primero de los ejemplares, que tan sólo repite el NO del par y no el SI respectivo, pregunto ¿puede realmente leerse SI y NO, respectivamente y en cada una de las caras del tal pequeño óstrakon circular, en el que ambos adverbios citados, y sobre caras contrapuestas, aparecen? Nuestra respuesta es rotundamente que no, ya que, en lo que atañe a la cara del SI, lo que, en realidad, se lee sobre el garabato allí riscado no es el adverbio afirmativo de marras sino una R mayúscula enfilada en dirección contraria a la que marca la negrita de este renglón, siendo que, de corresponderle un SI, las letras del adverbio deberían ser dos y separadas a la hora de pretender expresarse coherentemente; de ahí que sea tomada por lo que es, una R solitaria orientada hacia su retro, ignoramos por qué y para qué. Y, lógicamente, ante esta R al revés, inquirimos ¿se trata de un caso nunca visto este de la escritura en dirección contraria a la normal o es infrecuente tan sólo? Por supuesto que no frecuente, pero tampoco inexistente según cabe deducir de los conocimientos de cada cual. En lo que a mi atañe, puedo afirmar que, en mis tiempos juveniles, me llevé una sorpresa al comprobar que sobre el dintel granítico de la puerta de entrada de una casa de la aldea de Saceda, en la provincia de Ourense, se hallaba esculpida la data, con la respectiva leyenda de su construcción, hacía siglo y medio, en dirección contraria a la habitual y, por tanto, tan sólo interpretable en dirección opuesta a la acostumbrada vulgarmente. Se me dijo entonces, ante mi desconcierto, que existían seres humanos que leen y escriben de esa manera y, entre ellos, el promotor de dicho predio, hacía ya entonces ciento cincuenta años. Y hete aquí que, andado tiempo, habría de enfrentarme con los grafitos de Veleia, hoy día en discusión, con una media docena de casos de esta misma escritura, siendo el mejor conservado el nombre de un niño cincelado sobre la tapa de su sepultura en las cercanías de Medeiros (Monterrey) datable en el siglo VI y con un tipo de letras mayúsculas muy parecidas a las de Veleia.                                                                                                                                                   En cuanto al supuesto NO de la otra cara, complementario del SI sobre la opuesta, hay, asimismo, argumentos más que sobrados  para demostrar  que tampoco existe la expresión como tal en el lugar que se le asigna, en primer lugar porque, según ya queda expresado en páginas anteriores, la sílaba NO y algunas más tienden, a veces, en los documentos que barajamos, a pasar por expresiones apocopadas de palabras que los destinatarios de entonces estarían en condiciones de dar por supuestas, pudiendo novo/nova ser citados con sólo la primera sílaba, en determinadas circunstancias, puesto  que los destinatarios conocerían de antemano el contenido no cantado, pero sí entendido; de ahí que, en ocasiones, el adjetivo NOVA de Veleia pudiera haber sido riscado expresamente en versiones plenamente constatadas sobre la superficie de los grafitos mismos, tales como NOVA, NO(va) e, incluso, N(ova), es decir, desde la totalidad de las palabras del concepto a la solitaria sigla indicadora, conforme se podrá ir comprobando a lo largo del estudio que  ahora nos ocupa con ejemplos, a nuestra manera de ver, contundentes. Por otra parte, si se pretendiese en el caso que ofrecemos leer NO, en cuanto adverbio de negación, la pretendida O de tal sílaba no podría ser tenida como circular, que normalmente le pertenece, sino cuadrangular, tal como aparece y puede ser comprobado. Item más, tampoco la presunta N del supuesto adverbio de negación sería tal, dado que su primer ángulo de apoyo se halla cortado horizontalmente por un risco que convierte en A la primera mitad inferior de la supuesta N, a partir de ahora transformada en sílaba de dos letras anexadas. Item más, incluso la O del supuesto NO parece no ser tal, en primer lugar porque se trataría de una O cuadrangular y, debido a ello, muy difícil de digerir como tal en el contexto en que aparece; y, en segundo término, porque la aureola amarillenta que parece ir dibujando el trazado exterior de dicha letra acaba por rematar su perfil a manera de G, en lugar de la O cuadrada que le estaba destinada; y como quiera que dicha G aparece formando grupo con la N del pretendido NO, al descubrirse recientemente  por el que suscribe, sobre el ángulo izquierdo, el inferior de la N misma, una línea transversal que daría como resultado la conformación de la radical A^VG-, la cual podría ser, o la de  A^VG(ustus), por ejemplo, o, si se prefiriese la nasalizada, la versión A^NG(ustus) lógicamente con otro significado.                                                                                                          

Y tras lo expuesto, creo haber ayudado a desterrar los supuestos «SI/NO» contrapuestos y tenidos por los “falsistas” como escritos en castellano cervantino, en este caso delator de la, para ellos, supuesta mentira de la casi totalidad de los grafitos de Veleia. En resumen, que ni SÍ ni NO, SINO todo lo contrario.

V

IR-10953

Restos de una lucerna circular con cuidada inscripción en el borde. Atendiendo a su buena estampa, da la impresión de que no se trata de óstrakon alguno, sino de una lucerna circular fabricada a molde y sellada, al mismo tiempo que engobada en crudo, con la leyenda exterior perimetralmente desarrollada como: AT. CIIACIA. MIIA. CONIOGA., cuya traducción, a mi modo de ver, sería: “…Ahora bien, ¡Ceacia es mi mujer!”.

Fig. 24. Pieza IR-10953.

Como punto de partida, bien sabéis los latinistas que AT., seguida de punto, es una conjunción adversativa que puede ser traducida de diversas maneras, siempre que respondan aquéllas a esa adversidad congénita. Analizaremos, por tanto, la interpretación efectuada por el primero de los grupos pretéritos que llegaron a emitir sus respectivos “dictámenes”, aunque muy similares todos ellos y con parecidos movimientos, como si hubiesen sido, o acordados previamente tras los análisis individuales, o milagrosamente coincidentes.

En cuanto al texto ya aludido del óstrakon que estamos abordando, insistir tan sólo en que está grabado, en crudo, sobre la boca de la posible lucerna o candileja, hallándose separadas las palabras del texto perimetral por señales diversas entre una y otra, después de cada cual. Así pues, el punto de contacto, entre principio y fin, de la leyenda perimetralmente distribuido, se halla polarizado sobre una modesta rayita horizontal, mientras que, por el otro lado e inicio de la leyenda total, la conjunción AT se percibe separada de CIIACIA  por una semiestrella en relieve; y, apareciendo en relieve ovalado, asimismo, los otros dos puntos que marcan el aparte entre los vocablos restantes.

Puede aseverarse, además, que la sintaxis de la leyenda es perfecta, salvo en el significado de una letra que hace femenino lo que, a la vez, es masculino, es decir, que CONIOGA, en pretendido nominativo, que en realidad no le corresponde, tiene que virar a CONIVX, asimismo en nominativo, y sus consecuencias, por cuanto se trata de un vocablo latino común a ambos géneros, masculino y femenino, sin necesidad de que el dedicante tenga que poner en órbita su sabiduría. En resumen, que nuestro epigrafista descubrió que la honrada era una mujer y ante ello, nada de coniugi, que sería lo correcto en este caso, al igual que en el futurible de su marido, sino CONIOGA para diferenciarla bien de él. Y qué queréis, ¿que le peguemos?                                                                                                                                                 Ahora bien, nos queda todavía por preguntar ¿de qué manera habrán reaccionado los “falsarios”, y lo digo sólo como castigadores de la mentira, que no falsificadores, frente a este problemilla? Creo que ni siquiera se enteraron de qué iba, por cuando sus apreciaciones vuelan en esta ocasión por los Cerros de Úbeda, visto que no han llegado ni siquiera a ser conscientes de la problemática a solucionar; de tal manera que, en los informes emitidos, la leyenda posible obtenida, y casi unánimemente aceptada, ha sido la de CONTOGATOS, como puede apreciarse, coincidente casi con la hipotética versión castellana de la palabra que, a punto venía y todos deseaban, en cuanto argumento falsificador de lo que en este y demás iconos se relataba. Para ellos, por tanto, ni CONIOGA ni conjunción AT ni significado específico de la puntuación. No extraña, por tanto, su “profunda reflexión” al pretender sintetizar, casi en una sola palabra, la leyenda perimetral circular allí existente en la versión CONTOGATOS, en castellano evolucionado CUENTAGATOS, sin diferenciar ni siquiera la conjunción AT. del resto del texto.

Y en otra cosa más han diferido de la lectura que aquí ofrecemos: la de pretender que la cuarta letra de CONTOGATOS fuese T y no I; y, efectivamente, algún fundamento poseen al haberlo hecho, por cuanto, por encima de la incisión vertical de la I, se percibe un inoportuno trazo horizontal. Ahora bien, que no se trata del tejadillo de la T lo vendrían a confirmar, en primer lugar, la igualdad de radio de esta letra y los de otras letras próximas con relación al centro de la tapadera; y, en segundo término, por cuanto no se trata de uno sólo sino de dos esgrafiados, más o menos paralelos entre sí en dirección inversa a la de la leyenda principal, delatores ambos, o de un simple accidente por parte del riscador, con réplicas abundantes dentro de la gran colección de Veleia a la  que nos estamos refiriendo, o de un texto complementario añadido al exterior del recorrido, en dirección opuesta a la de la leyenda principal. Veamos.                                                                                                                                              Al exterior de la palabra CONIOGA, y encima misma de la I de su centro, existe un trazo horizontal hondo, aludido ya, haciendo juego, tal vez en otra dirección, claro está, con una especie de compás semiabierto desplegado horizontalmente, mientras un  trazo paralelo lo acompañaría en esa misma dirección por el borde exterior de la circunferencia. Por otra parte, relacionar ambos elementos entre sí resultaría también factible, atendiendo a la posición compartida horizontal que ambos poseen, en cualquier caso, con orientación inversa, y la posibilidad de unificarlos, o como sílaba o, lo que es más factible, como número IV (cuatro) aparentemente tumbado sobre el filete extremo de la circunferencia. Y es de esta manera que quedaría solucionado el enfrentamiento entre la “CONIOGA” y el “CONTAGATOS”. Y, aprovechando la circunstancia, ¿cuántos queréis que contemos?