La Tribuna del País Vasco. Viernes 13 de febrero de 2015
“Los
grafitos se dictaminaran como falsos, por ejemplo, por no responder a los
modelos teóricos existentes sobre el euskera antiguo”
Idoia Filloy: "El euskera
que aparece en los grafitos de Iruña-Veleia desmonta las teorías históricas que
defienden algunos poderes académicos y políticos"
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Idoia Filloy |
Ahora, casi
diez años después de que surgiera la polémica sobre la posible falsedad
de algunos de los restos arqueológicos hallados en la excavación, Idoia
Filloy habla en exclusiva para "La Tribuna del
País Vasco" sobre todo lo ocurrido con este yacimiento a lo largo
de los últimos años. “Lo cierto
es que en un tema como éste, es buena la perspectiva que da el tiempo
transcurrido para volver la vista atrás y repasar, por un lado, los hechos
documentados y demostrables y, por otra parte, la reconstrucción de los hechos
que yo haya podido elaborar en base a diversos indicios obtenidos durante este
tiempo”.
¿Cuál es su
opinión sobre lo sucedido alrededor del yacimiento de Iruña-Veleia?
En cuanto a
los hechos, éstos fueron los que fueron e intentaré resumirlos, lo cual no es
nada fácil. Además, creo que es bueno contextualizar el tema desde el
principio, desde que tuvo lugar el hallazgo, sobre todo para aquellas personas
que no lo conozcan, o lo tengan olvidado, o que quieran conocer algo más
que la versión oficial.
Durante el desarrollo
de las excavaciones arqueológicas que estábamos llevando a cabo en el
yacimiento de Iruña-Veleia, dentro de un proyecto de investigación bien
consolidado iniciado en 1994 bajo la dirección de Eliseo Gil Zubillaga,
aparecieron, fundamentalmente entre los años 2005 y 2006 y grabados sobre
diversos soportes, una buena colección de unos 400 grafitos. Éstos aparecieron
en distintos puntos del yacimiento y en diferentes secuencias estratigráficas,
las cuales certificaban su datación en época romana.
Los grafitos contenían palabras y textos en latín y en euskera, fundamentalmente. Los había figurativos, y algunos contenían lo que parecían jeroglíficos de tipo egipcio. Las temáticas representadas eran variadas: vida cotidiana, cultura clásica, etc., si bien, quizás, la temática más destacable era la relativa al cristianismo.
El hallazgo
era excepcional no sólo por la explosión gráfica en ámbitos cotidianos, sino
porque tanto algunos dibujos como algunos epígrafes mostraban aspectos
novedosos o poco documentados y conocidos de la Antigüedad en este territorio
del norte peninsular. La aparición del euskera no sólo en palabras sueltas sino
en forma de textos era también excepcional y, en mi opinión, la principal causa
de la polémica que surgió de inmediato.
Y así fue.
Tan pronto como se hizo en 2006 la presentación pública de los hallazgos, y no
conociéndose apenas más que un número muy limitado de éstos, se generó una
intensa polémica en diferentes foros de internet, no exenta de una dañina y, en
mi opinión, probablemente organizada campaña de desprestigio hacia el equipo de
arqueólogos del yacimiento y hacia la autenticidad del hallazgo. A ello se
sumaron unas tempranas declaraciones en prensa de determinados lingüistas
vascos que ponían en duda el hallazgo, siendo muy curioso el cambio de actitud
de uno de ellos, Joaquín Gorrochategui, que unas semanas antes había
comparecido en rueda de prensa con Eliseo Gil y Hendrike Knörr para certificar
la aparición de los grafitos en euskera de época romana.
Dada la
polémica que se estaba generando, y mientras el equipo de arqueólogos que
habíamos hecho el descubrimiento procedíamos al estudio y documentación del
material, Eliseo Gil, director de la excavación, propuso a la Diputación Foral
de Álava llevar a cabo tres actuaciones como forma de solucionar
científicamente el cuestionamiento mediático del trabajo realizado: crear una
comisión internacional de expertos constituida por las máximas autoridades en
cada una de las materias contenidas en los grafitos; realizar nuevas
analíticas, y llevar a cabo excavaciones de control por parte de un equipo de
arqueólogos independiente que verificara las secuencias estratigráficas
identificadas por nosotros y que sirvieron como base para la datación temporal
de los grafitos.
Así las cosas,
a principios de 2008, Lorena López de Lacalle (entonces en Eusko Alkartasuna,
hoy en Bildu), nueva diputada de Cultura, ignorando el resto de las
propuestas de Lurmen (empresa que gestionaba el yacimiento) constituyó una
comisión de expertos muy alejada de la sugerida por Eliseo, ya que estaba
integrada exclusivamente por profesores de la Universidad del País Vasco (UPV),
a los que luego se añadió una asesoría externa.
De esta
forma, muchos de los aspectos a investigar en los grafitos no contaban con un
especialista que los estudiara. Por otra parte algunos de los miembros de la
comisión ya habían expresado públicamente (tanto en prensa como, más
encendidamente y bajo pseudónimos que ocultaban su identidad, en Internet) que
los grafitos eran muy dudosos, en tanto otros podían tener manifiestos
intereses en hacerse con la gestión del yacimiento (tal y como quedó demostrado
después).
¿Qué ocurrió
después?
Tras cuatro
reuniones y de una forma totalmente sorpresiva y precipitada, la Diputación de
Álava dio por concluida la labor de la comisión en una última reunión que tuvo
lugar el 19 de Noviembre de 2008. Tras ella, y sin que aún se hubieran
entregado los informes de los expertos (exceptuando el de Joaquín Gorrochategui
y los arqueológicos de Lurmen) que se supone sustentaban argumentalmente la
decisión y sin que éstos hubieran elaborado unas conclusiones conjuntas, se le
entregó a Eliseo Gil la Orden Foral 444/2008 por la que se le retiraba el
permiso de excavación, a Lurmen la gestión del yacimiento y se dictaminaban
falsos los grafitos, anunciándose ya allí una nueva etapa para el mismo bajo la
dirección de la Universidad del País Vasco. La Orden Foral, obviamente, ya
estaba redactada con anterioridad a la reunión, puesto que Eliseo la recibió al
finalizar la misma.
A esto le
siguió una comparecencia en Juntas Generales de la Comisión, de la que fueron
excluidos tanto el ya ex director del yacimiento como Amelia Baldeón (a la
sazón directora del Museo de Arqueología, puesto del que también sería apartada
posteriormente) así como una multitudinaria rueda de prensa, a la que se
sucedieron día tras día diversas declaraciones de los miembros de la comisión.
En mi
opinión se trató de una campaña de prensa bien organizada y orientada a dar el
tema por zanjado ante la opinión pública, esto es, que nadie se planteara una
cosa diferente a que los grafitos eran falsos. Pienso que también se pretendía
evitar el esperable debate científico. De hecho, la Diputación de Álava,
incluso, llegó a emitir una Orden foral por la que se declaraba ¡el debate
cerrado! Pero... ¿qué debate? ¡Si nunca lo hubo!. Por otro lado, ninguna orden
administrativa -en un Estado de derecho- tiene la potestad de impedir la
investigación científica ni el debate científico. De hecho, al poco tiempo ya
comenzaron a aparecer públicamente voces que ponían en entredicho la versión
oficial que calificaba de falsos los grafitos.
¿Fue
entonces cuando comenzó a judicializarse el caso?
Efectivamente,
la Diputación puso el caso en manos del fiscal y, al cabo de unos meses y ante
unas declaraciones de éste cuestionando la actuación del ente foral, procedió a
interponer una querella penal en el Juzgado de Instrucción, en la que se
acusaba a Eliseo Gil de ser el autor material de la falsificación. Y es ahí donde
sigue el caso, sin haberse materializado aún acusación alguna. No obstante, el
objetivo de lograr la condena mediática y, por lo tanto, pública, de Eliseo, ya
era un hecho.
“¿Qué
ocurrió?, me han preguntado en muchas ocasiones. Lo que ocurrió fue que se declaró
como falso un material arqueológico mediante una resolución administrativa, lo
cual no debe confundirse con un consenso científico que nunca existió. Esta
resolución se plasmó en la Orden Foral 444/2008 que, supuestamente, se tomó en
base a los informes de una comisión de expertos que concluían unánimemente
sobre la falsedad del material y que contaban con unas conclusiones conjuntas.
Pero cuando dicha orden se redactó, ni existían dichos informes (exceptuando el
de Joaquín Gorrochategui) ni se habían puesto en común las evaluaciones de cada
experto. De hecho, las tan mediáticamente utilizadas conclusiones conjuntas de
la comisión, nunca existieron. De la misma forma, los informes que
posteriormente se entregaron y que teóricamente contenían el fundamento de la
demostración de la falsedad de los grafitos, como soporte argumental de la
decisión administrativa, eran unánimes”.
¿No había
unanimidad científica?
En efecto,
cuando se pudo analizar el contenido de los informes (algunos entregados un mes después
de emitida la Orden Foral) pudo comprobarse que no existía la tan mediatizada
unanimidad científica ya que, de hecho, sólo una parte de ellos concluían en el
sentido de la falsedad de los grafitos. Otros ni siquiera se pronunciaban al
respecto, o solo hablaban de improbabilidad o imposibilidad en época romana.
Por otra
parte, el estudio minucioso de los informes de la comisión muestra claramente
que sólo contienen argumentos de autoridad, pero que no aportan una sola prueba
de la falsedad de los grabados, y que no se produjo una labor de investigación
sobre ellos. De hecho, los informes evidencian numerosos errores de
documentación, ya que muchos de los aspectos señalados por como “imposibles en
época romana” resulta que sí se documentan en la Antigüedad. Todo ello queda
sobradamente expuesto en los informes periciales presentados por parte de Lurmen.
Se declaró,
¡sin una sola prueba!, como falso un material arqueológico contextualizado y
datado en base al registro estratigráfico de un yacimiento investigado
científicamente por arqueólogos profesionales.
Idoia Filloy
explica que lo relatado hasta este punto son los hechos demostrables y
públicos, pero que, en su opinión, ocurrieron muchas más cosas entre bambalinas
que “no sé si
nunca llegaremos a conocer, sobre todo de la mano de determinados poderes
académicos y políticos”.
“Así la
precipitada declaración de un material arqueológico como falso, sin tener
prueba científica alguna; la sumarísima expulsión del equipo de arqueólogos que
trabajaba en el yacimiento (y que respaldaba profesionalmente el hallazgo) para
arbitrar su inmediata sustitución por otro equipo de la Universidad del País
Vasco, sin esperar siquiera a que el tema se resolviera de forma definitiva; o
la contundencia mediática sobre la base argumental que justificaba en teoría
una decisión política, destilando falsedades sobre unos informes aún no
existentes, como la de una unanimidad científica que nunca se dio o sobre unas
conclusiones conjuntas que jamás se redactaron”.
En su
opinión, ¿por qué desde los ámbitos políticos y académicos se hizo todo tan
precipitadamente?
Para mí el
detonante de todo lo que ocurrió fue la aparición de grafitos en euskera y por
la politización que se hace en la actualidad de los hechos históricos, Los
hechos históricos fueron los que fueron, independientemente de cómo algunos
quieran que hubieran sido. Lo único que hicimos nosotros fue registrar, documentar
y hacer público un material salido de un contexto arqueológico determinado.
En mi
opinión, la comisión fue solo un marco bajo cuyo manto se trazó una estrategia
para justificar la materialización de unas decisiones ya tomadas, permitiendo
dotar de un soporte académico a dichas decisiones, de forma que se construyeron
unos informes cuya finalidad era demostrar la imposibilidad de que el material
fuera auténtico.
¿Cree que
todos los hallazgos cuestionados son auténticos? ¿Pudieron ser falsificados
algunos de ellos?
Nunca he
dudado de la autenticidad del hallazgo. Nunca. Para mí, los grafitos siguen
siendo un material arqueológico aparecido y registrado en el curso de una
excavación integrada en un proyecto de investigación y datado por estratigrafía
arqueológica. Cuando la Diputación de Álava declaró como falsos los grafitos no
aportó ni una sola prueba de ello y, de hecho, a día de hoy, todavía no se ha
aportado.
Además, y al
margen de la importancia de su contextualización arqueológica que es la base
científica de su datación en época romana, los estudios que hemos ido
desarrollando durante este tiempo sobre el propio contenido de los grafitos
(tanto de los textos y palabras como de los dibujos) aportan, en mi opinión,
potentes indicios que sólo son explicables desde la autenticidad o, al menos,
es hacia lo que apuntan de forma sistemática. De hecho, numerosas cuestiones
aportadas como supuestas “pruebas” de falsedad por parte de la comisión de
expertos de la UPV constituida por la Diputación Foral de Álava por
considerarlas como imposibles, las hemos ido documentando en época antigua, si
bien es un tipo de evidencias en muchos casos sólo conocidas por especialistas
de verdad. Pero en lo que a los grafitos se refiere, aportan una evidencia de
que difícilmente un falsificador podía tener conocimientos de primera línea de
investigación en temas tan variados como los que registran los grafitos.
Por
otra parte, si nos planteamos la cuestión fuera del escrutinio de los ojos del
especialista del mundo antiguo y la contemplamos desde el terreno de la lógica,
proponiéndonos autenticidad/falsedad como dos posibilidades a investigar, vemos
cómo es la de la autenticidad la única viable y la única con sentido.
Si pensamos
en la hipótesis de la falsificación, nos tendríamos que hacer varias preguntas:
¿Qué necesidad había de grabar tantos y tan variados grafitos y cómo se explica
que se detecte una distribución temática por cronologías?, ¿Por qué los textos,
las palabras, los dibujos, no se limitan a reproducir lo esperado, lo
habitual, lo preconizado por las teorías lingüísticas para la época -esto es la
base de una falsificación, que reproduzca modelos creíbles?, ¿Cómo se materializó
la falsificación, con qué medios técnicos y humanos, con qué recursos
documentales, económicos y con qué equipo humano (totalmente necesario, es
imposible suponer la actuación de una sola persona)?, ¿Cómo colocar tantas
piezas en distintos estratos de distintos puntos del yacimiento -en algunos
casos a gran profundidad- sin que arqueólogos profesionales lo detectaran?,
¿Cómo colocarlas con el material para procesar con la misma apariencia
(de suciedad y adherencias superficiales) que el resto de los materiales de
cada uno de los distintos estratos?; ¿Cómo calcular los tiempos dentro de la
dinámica del trabajo arqueológico, por ejemplo, cómo explicar que en algunos
materiales sacados de la tierra por la mañana, esa misma tarde se identificara
el grafito con fuertes adherencias encima? Y, sobre todo, ¿con qué objetivo
alguien se tomó tantas molestias?, ¿qué beneficio obtenía?
Plateándonos
éstas y más cuestiones, vemos que ninguna tiene lógica ni explicación razonable
desde la falsedad. En mi opinión, la autenticidad del material es la opción más
razonable y la que explica todo de la mejor forma. Estaríamos ante un material
grabado en época romana que se distribuye temáticamente por zonas del
yacimiento y estratos (y, por lo tanto, según cronologías y contextos), que
evidencia fenómenos gráficos poco conocidos o novedosos generados en contextos
privados. El análisis de esto nos suministra una valiosa fuente de
documentación para el estudio de las lenguas que se hablaban en época romana en
la zona del norte peninsular donde se ubicaba la antigua Veleia, de fenómenos
históricos como la cristianización de la ciudad, de los contactos culturales
con otros territorios, de la educación o, por qué no, de aspectos del ámbito
totalmente privado, íntimo, de las personas de la antigüedad.
Estoy
convencida de que los grafitos son auténticos, esto es, que fueron grabados en
época romana, a no ser que alguien me demuestre, con pruebas, lo contrario.
¿Cree que
hubo una intervención política (representada entonces por Lorena López de
Lacalle) especialmente interesada en que los hallazgos aparecieran como
falsificaciones? ¿Por qué?
De que hubo
una intervención política no tengo ninguna duda y de que fue una decisión
política tampoco. Y de que fueron los grafitos en euskera el principal
detonante de ello, por no coincidir con las teorías de algunos lingüistas y por
las lecturas políticas que desde la actualidad se hacen de la historia,
tampoco. Pero la historia fue la que fue y la lengua fue como fue, no como cada
cual quisiera que hubiera sido.
Efectivamente,
Lorena López de Lacalle, (hoy en EH Bildu y entonces diputada de Cultura por
Eusko Alkartasuna), fue la cabeza visible de dicha intervención. Fue la que
tomó las riendas del asunto e, ignorando otras peticiones de resolución
científica (analítica y arqueológica) propuestas por Eliseo Gil, organizó la
formación de una comisión que no era la que había solicitado el entonces
director del yacimiento, con los mejores expertos internacionales en cada una
de las materias representadas en los grafitos, sino que la constituyó con
miembros de la UPV y la dirigió, contra toda lógica, ella misma.
Tal y como
he dicho antes, los indicios me tienen convencida de que esta comisión fue solo
un marco académico para decisiones políticas que ya estaban tomadas de
antemano. Pienso que proporcionó a la diputada la base argumental (que no
probatoria) para justificar lo que ya estaba decidido, esto es, declarar los
grafitos como falsos y retirar a Lurmen del yacimiento para su sustitución por
alguien que había formado parte de la propia comisión. Además, llevó a cabo una
contundente puesta en escena mediática utilizando todos los medios públicos a
su alcance, uno de cuyos más sonados golpes de efecto fue la interposición del
caso en los juzgados. No hacía falta más, Eliseo ya estaba condenado
públicamente y sentenciado, la presunción de inocencia pisoteada sin escrúpulo
alguno. Pienso que, en todo el proceso que siguió a la formación de la
comisión, no pudo ser otra que la diputada la que marcó las pautas del mismo y
sus tiempos y la que tomó en última instancia decisiones de las que, en
consecuencia, es la responsable.
Desconozco
los motivos que tuvo para este proceder. Si actuó por decisión propia, bien por
convencimiento personal bien asumiendo su papel como diputada, o si se sometió
a la disciplina de partido es algo que no sé. Sí que puedo plantearme si no se
dejó asesorar por personas con muchos intereses (en el yacimiento, académicos,
políticos) que la convencieron, o si incluso no le metieron el miedo en el
cuerpo de ser engañada. Pero, si este es el caso, pienso que un político
inteligente debiera haber tenido muy presente si quien le estaba asesorando
podía tener algún interés en el tema como, estoy convencida, fue el caso.
Entiendo que
en un asunto como éste, sumamente delicado por las duras decisiones que
implicaba, debería haber garantizado, como diputada de Cultura y, por lo tanto
responsable del patrimonio de todos, una investigación a fondo, limpia de toda
sospecha de intereses y, por lo tanto, externa, totalmente contrastada por
distintos equipos, utilizando todos los medios analíticos existentes y, sobre
todo, fuera de presiones académicas y políticas que aquí actuaron, estoy
convencida, a sus anchas.
Esto es,
debiera haber velado por garantizar una investigación honesta y hasta sus
últimas consecuencias antes de decidir nada. Y, sobre todo, decidir en base a
pruebas. Sin embargo, pienso que esto no ocurrió así. Y pienso que se declaró
un material arqueológico patrimonio cultural de todos como falso mediante una
resolución administrativa sin evidencia probatoria alguna. Y se tomaron otras
decisiones muy duras que, a la sazón, destruyeron la carrera y vida laboral de
profesionales con larga trayectoria de investigación y trabajo.
¿Qué supondría
que las ostraca (restos de cerámica) que motivaron la polémica fueran realmente
auténticas? ¿Por qué se dice en algunos foros que, de ser auténticas las
ostraca de Veleia, cambiaría nuestra perspectiva sobre la historia del euskera
y la evolución de cristianismo?
Del conjunto
de grafitos localizados, pienso que son los escritos en euskera los principales
causantes de la polémica. Y no sólo de la polémica, sino de la decisión
política finalmente tomada y ello por la interpretación que, por desgracia,
desde la actualidad se hace en clave política de los testimonios del pasado. El
hecho mismo de la aparición de euskera en contexto arqueológico bien datado de
un yacimiento de la antigüedad alavesa, creo que activó ciertos mecanismos de
defensa de los adalides de determinadas teorías históricas que tienen un
interesado uso político en la actualidad y que se defendían desde la ausencia
de datos (lo cual, en realidad, permite decir cualquier cosa, ya que no hay
nada con lo que demostrarlo ni dejarlo de demostrar). Concretamente, la de la
vasconización tardía que preconiza que el euskera penetró en la zona del actual
País Vasco en época entre tardoantigua y altomedieval desde Aquitania o desde
la zona navarra.
Por otro
lado, el euskera de los grafitos aparece no sólo como palabras sueltas, sino
también en forma de textos, lo cual permitiría a la lingüística histórica
estudiar de primera mano un material epigráfico de la época y, por tanto,
conocer cómo era realmente. Pero… resulta que el euskera que aparece en ellos
desmonta ciertas teorías lingüísticas preconizadas desde la universidad vasca
y, no sólo eso, sino que, en cierta manera, pondría en entredicho la forma de
hacer lingüística histórica, puesto que se demostraría que algunos de sus
modelos teóricos no tienen fundamento. Pero pienso que ahí está el reto del
científico, en avanzar en el conocimiento en base a datos por mucho que éstos
desmonten hipótesis de trabajo o principios teóricos sobre los que trabajar en
ausencia de éstos. Sin embargo, pienso que la comisión posibilitó precisamente
lo contrario, esto es, que se dictaminaran los grafitos como falsos o
imposibles por no responder a los modelos teóricos existentes sobre el euskera
antiguo. Me pregunto… ¿qué prueba es un modelo teórico frente a un dato científico?,
¿Cómo puede pretenderse objetividad en alguien que ve desbancados años de
estudios y publicaciones sobre unas reconstrucciones lingüísticas que se
derrumban si se aceptan los nuevos datos?
Por otro
lado, de las temáticas plasmadas en los grafitos, que son unas cuantas, la que
destacaría sería, efectivamente, la que hace referencia al cristianismo. Y no
sólo por su abrumadora presencia y lo que aporta para entender todo el
conjunto, sino porque sería la más polémica. Y ello porque también iría a socavar
las bases de una corriente historiográfica según la cual la cristianización del
País Vasco sería también tardía, teoría cuyo sostenimiento se aprovechaba, como
suele ocurrir, de la ausencia de datos.
El
cristianismo está muy presente en varios de los puntos donde se localizaron los
grafitos y toma diferentes aspectos según cronologías con lo cual es un campo
de estudio histórico precioso para ver cómo se fue implantando en una ciudad
del norte peninsular como foco, además, de la difusión en su área de influencia.
En un
momento dado y de forma simultánea, lo encontramos representado en forma de
imágenes, de textos en latín y de textos en euskera, evidenciándose una intensa
labor de catequización desde un ámbito privado. En cuanto a las imágenes,
fueron especialmente polémicas las cruces grabadas en algunos de los grafitos,
si bien se documentan en la Antigüedad en otros sitios incluso en momento más
antiguos.
Por lo
tanto, aunque no sean cuestiones que vayan a cambiar la “gran historia” de la
Humanidad, los grafitos, su estudio, aportarían una información esencial para
el conocimiento de la época romana en este territorio. De cómo era ésta
realmente, puesto que son datos venidos directamente del pasado y conservados
para nosotros. Nos informan sobre qué lenguas se hablaban (euskera y latín), de
cómo eran éstas y de cómo es probable que su plasmación por escrito esté
vinculada principalmente a la cristianización de la zona y a una misión
evangelizadora. Para mí ésa es la información histórica que me interesa y la
que permitirá hacer interpretaciones del pasado más cercanas a la realidad que
fue, que aquellas que no tienen base documental y luego… que cada cual saque
sus conclusiones. Así que sí, pienso que los grafitos pueden cambiar
determinadas visiones de nuestra pequeña historia local… y no debería hundirse
el mundo por eso.
¿Cómo
explica la aparición de jeroglíficos egipcios en el yacimiento?
Realmente,
no tiene ningún problema ni científico ni histórico la aparición de
jeroglíficos de tipo egipcio en el yacimiento.
Veleia era
una ciudad bien comunicada con el resto del Imperio romano a través de sus vías
de comunicación. De hecho, a ella llegaron, durante todo el período en que
estuvo habitada, productos comerciales de todas las partes del Imperio. En el lapso
temporal en el que datamos los grafitos, tenemos constancia de la presencia de
mercancías de lugares como el sur de Francia, el norte de África, Asia Menor,
etc. También de Egipto llegaban algunas como por ejemplo, determinadas piezas
de vidrio. Y por las vías de comunicación, no sólo viajaban mercancías sino
también personas, ideas, creencias, conocimientos.
Los
jeroglíficos eran en Egipto parte de su paisaje, esto es, estaban a la vista de
todos, bien visibles en sus antiguos monumentos. El conocimiento de los mismos
era otra cosa y en época romana ya se limitaba al mundo sacerdotal, pero no se
había perdido. En este sentido, recordemos que la última inscripción
jeroglífica conocida es la del Templo de Isis en la isla de Filé, datada el 24
de Agosto del año 394 d.C., en época del emperador romano Teodosio, siendo
co-Augusto de la parte oriental del Imperio su hijo Arcadio.
Ahora bien,
los signos que aparecen grabados en los grafitos de Veleia no son propiamente
jeroglíficos sino que son “de tipo jeroglífico”, tal y como señala Ulrike Fritz en su informe. En su opinión, quien los
escribió no tenía un conocimiento real del antiguo lenguaje egipcio, sino que
sólo recordara los signos que podía haber visto en los edificios oficiales de
Egipto. Así, no forman frases ni nombres que puedan ser leídos. Reconoce,
además, varias manos en su ejecución.
Por lo
tanto, no habría ningún problema en el hecho de que alguien en época romana
hubiera grabado en Veleia, a muchos kilómetros de Egipto, unos signos similares
a los jeroglíficos egipcios sin que supieran lo que querían decir. Signos que
podía haber visto y memorizado simplemente contemplando los antiguos
monumentos.
Realmente,
¿qué es lo que han dicho los múltiples informes periciales, tanto nacionales
como internacionales, que se pidieron para autentificar los hallazgos?
Pienso que
hay una gran confusión en general acerca de los informes aportados al proceso
sobre los grafitos. La contundencia y despliegue mediático fue tan fuerte
tras la disolución de la comisión, en noviembre de 2008, que muchas personas se
quedaron con la idea de que en ese momento el tema quedó zanjado puesto que
todos los informes, de forma unánime, concluían sobre la falsedad del material.
Sin embargo, esta información no era cierta como veremos a continuación. Por
otro lado, los presentados con posterioridad, poniendo en entredicho la versión
oficial y que aportan documentación y razonamientos bien distintos a favor de
la autenticidad del material arqueológico, son poco conocidos o totalmente
desconocidos por el público en general. Intentaré resumir a continuación qué
informes se han aportado al proceso y en qué consisten. Todos ellos
pueden leerse en esta web.
Por un lado
están los informes de la comisión, entregados (exceptuando el de Joaquín
Gorrochategui) con posterioridad al cierre de la misma y la declaración de los
grafitos como falsos, pese a que se supone que eran los que justificaban ésta
declaración. Pues bien, cuando ya tuvieron existencia real fueron aportados por
la Diptación Foral de Álava al Juzgado como supuestas pruebas periciales de la
existencia de un delito. Los medios de comunicación dijeron que eran 26 informes,
que unánimemente abogaban por la falsedad de los grafitos y que se habían
elaborado unas conclusiones conjuntas en este sentido. Pues bien, en realidad
nunca fueron 26 sino 10, no fueron unánimes y nunca hubo conclusiones
conjuntas.
De estos 10
informes, uno era el informe arqueológico que contenía opiniones sobre el
supuesto mal hacer arqueológico de Lurmen, pero que no evaluaba los grafitos.
Estaba firmado por Julio Núñez, la persona que luego se haría cargo de las
nuevas excavaciones en el yacimiento (por lo que habría actuado de juez y parte
en el asunto), con el apoyo del Departamento de Arqueología.
Había un
informe químico que concluía positivamente sobre la analítica radiocarbónica
aportada por Lurmen y que tampoco evaluaba los grafitos.
El informe
físico, único que hubiera podido aportar alguna prueba científica de falsedad,
no lo hace, y concluye, por ejemplo, señalando que las piezas habían estado
enterradas.
Finalmente,
estaban los informes de índole humanística, que son los que contenían argumentaciones
lingüísticas, iconográficas, epigráficas sobre los grafitos. Pues bien, de
ellos, los únicos que hablan de falsedad son los lingüísticos de Lakarra y
Gorrochategui y el iconográfico de Volpe y Núñez (nuevamente). El resto sólo
señalan la improbabilidad o imposibilidad del material gráfico para la
cronología propuesta por la Arqueología. Por lo tanto, sólo 3 de los 10
informes señalan expresamente la falsedad, lo cual dista bastante del concepto
de unanimidad tan pregonado públicamente.
Diputación no
aportó más informes científicos al proceso, si bien después, y con el caso ya
en el Juzgado, entregó dos informes grafológicos cuya finalidad era inculpar a
Eliseo Gil de la falsificación. Todos estos informes se pagaron con dinero
público, siendo especialmente escandaloso el coste del último grafológico.
Por otro
lado, están los informes presentados por Lurmen al proceso, todos ellos
elaborados de forma altruista. Son un total de 20. De ellos, cinco son de corte
arqueológico: tres abogan por la idoneidad y profesionalidad del trabajo de
Lurmen (siendo uno de ellos el de Edward C. Harris, nada menos que el “padre”
del sistema de excavación y registro estratigráfico que hoy siguen la mayor
parte de los arqueólogos) y dos desmontan totalmente las argumentaciones de la
comisión en contra del trabajo de Lurmen.
Por otro
lado, hay tres informes que evalúan las evidencias físicas de los grafitos, las
cuales abogarían a favor de su autenticidad. Así, la presencia de adherencias,
restos y huellas superficiales que aún se mantienen cubriendo los grabados pese
al lavado del material o las características mecánicas de éstos, aportarían
importantes indicios en contra de la falsedad, además de ser analizables
científicamente de cara a resolver el caso penal. En este sentido, la parte
acusada, pese a no correr con la carga de la prueba, presentó al Juzgado la
petición de que se hicieran pruebas analíticas, acompañada de la oportuna
propuesta.
El resto son
informes de corte humanístico (lingüísticos, iconográfico, epigráficos), que
mostrarían que las argumentaciones de autoridad y muchas de las afirmaciones
que se exponen en los informes de la Comisión sobre la imposibilidad de que el
contenido y las formas de expresión gráfica de los grafitos sean de época
romana, no se sostienen. Y ello se demuestra con el aporte de numerosa
documentación de época romana. Que se haya puesto en evidencia que muchas de
las afirmaciones de los expertos de la comisión son erróneas me parece algo muy
grave, ya que sus informes tuvieron graves consecuencias sobre el patrimonio de
todos y sobre determinadas personas. De esta forma, hemos de concluir que
aquellos aspectos señalados como imposibles en los grafitos y aportados como
pruebas de falsedad, no se sostienen tal y como lo muestra la documentación de
época romana, en la que tendríamos por tanto importantes evidencias a favor de
la autenticidad de los grafitos.
También se
elaboró un informe que ponía en entredicho el primer informe grafológico (ya
que el segundo aún no está en manos de la parte acusada).
Hay que
señalar también que, finalmente, se hizo un estudio analítico sobre una
selección de grafitos, el cual había sido solicitado reiteradamente por la
parte acusada, pese a que judicialmente la carga de la prueba recae en quien
acusa. Pero este estudio, materializado en 2013 en un informe y llevado a cabo
por una institución estatal, no ha respondido a las peticiones de Lurmen sino
que se ha limitado a hacer un análisis de las superficies de las piezas con lo
cual, lo que se ha obtenido es un completo muestreo de los restos y huellas que
se han ido dejando en éstas como consecuencia de todas aquellas manipulaciones
que han sufrido desde el momento de su hallazgo hasta la actualidad, aunque
estas evidencias de contaminación se pretendan aportar en clave de falsedad.
Por su
parte, la parte acusada presentó también un informe que evalúa el contenido de
este estudio, concluyendo que las interpretaciones que aporta no son correctas.
Pero, además, analizando los datos analíticos contenidos en él, se concluye que
éstos aportan indicios de la autenticidad del material. En cualquier caso,
consideramos que queda pendiente un estudio analítico que realmente sea
resolutivo y dirimente de cara a establecer la autenticidad o falsedad del
material.
Por lo tanto
tenemos una serie de documentos aportados a un proceso ya no científico, sino
penal. En mi opinión, los informes de la parte acusadora no contienen una sola
prueba de la existencia de un delito. Los argumentos de autoridad, las
afirmaciones categóricas no basadas en datos, las teorías de reconstrucción
histórica, las hipótesis de trabajo, el hecho de que algunas cosas se
documenten por primera vez, no pueden demostrar que un material datado por
estratigrafía arqueológica y que, por lo tanto, cuenta con una importante
contextualización científica, no corresponda a ésta y, menos aún, que sea
falso.
Por otro
lado, si tenemos otra serie de informes que muestran numerosos errores
contenidos en dichos argumentos y afirmaciones ya que quedan contradichos por
documentos de época romana y si, además, esta documentación aporta datos que
contextualizan históricamente los grabados, mi conclusión es que, a medida que
más se estudian los grafitos más evidencias de autenticidad se aportan. De
hecho, el estudio analítico entregado, aporta datos que también abogan por la
autenticidad del material.
¿Tiene
alguna información sobre el estado actual de las excavaciones en el yacimiento?
La puesta en
marcha de excavaciones en el yacimiento de la mano de la UPV era algo que ya
especificaba
la Orden Foral 444/2008, esto es, el proceso de sustitución se garantizaba
institucionalmente, si bien, en mi opinión, (basada, entre otras cosas, en unas
declaraciones de la propia ex diputada de Cultura Lorena López de Lacalle en
las Juntas Generales de Álava) era algo que ya estaba decidido al comienzo del
funcionamiento de la comisión.
Las
excavaciones no comenzaron de inmediato y se pusieron en marcha dos años
después, casi al final de la legislatura de la diputada que había puesto en
marcha el proceso. Quizás por eso, en lugar de haber esperado a la resolución
del caso judicial con el anterior equipo (que hubiera sido lo lógico y ético)
se pusieron en marcha las excavaciones… “a lo grande”, nuevamente las prisas
parecían dominar la escena.
Así,
utilizando una gran máquina excavadora que sacaba tierra a gran velocidad, se
abrió una amplísima superficie de terreno en la zona Sur de la ciudad romana
hasta la cota donde aparecían las estructuras, estuvieran éstas a 30 o a 150
cm. de profundidad. La aparición de estructuras estaba garantizada ya que,
gracias a fotografías aéreas tomadas y hechas públicas por nosotros, se sabía
que había un intenso urbanismo en el subsuelo de esta zona, detectable por las
sombras trazadas por las construcciones dado el crecimiento diferencial de la
vegetación.
Esto es, los
resultados “visibles” por medio de estructuras puestas al descubierto en una
amplia superficie de terreno, estaba garantizado y se presentó mediáticamente
como un gran avance en contraste con la “lentitud” con la que trabajaba el
anterior equipo de excavación. Pero, en realidad, lo que se hizo en este veloz
proceso de excavación mecánico (en el que el control arqueológico era inviable,
tal y como vimos trabajar a las máquinas) fue destruir una parte importante del
subsuelo arqueológico del yacimiento. Y lo puedo afirmar con rotundidad ya que
en esta zona éste estaba conservado intacto a partir de los 30-40 cm. de
profundidad, tal y como habíamos comprobado nosotros en una intensa campaña de
sondeos estratigráficos que habíamos llevado a cabo con anterioridad y cuya
memoria (al parecer ignorada por el nuevo director de las excavaciones) estaba
depositada desde fines de 2007 en la Diputación Foral de Álava Además, existe
documentación gráfica que mostraría la afección de estratos, estructuras y
materiales arqueológicos.
A partir de
ahí, han continuado las excavaciones cuyos resultados se conocen someramente a
través de noticias de prensa y de Arkeoikuska, publicación que recoge
anualmente los resultados preliminares de las intervenciones arqueológicas. A
través de ello sabemos de la localización de un importante vial presentado como
la misma Iter XXXIV, de un mercado, etc. A destacar también la localización de
un ara, descontextualizada estratigráficamente, pero en la que está grabado el
nombre de la antigua ciudad romana Veleia, imposible en los grafitos, según los
mismos expertos de la Comisión que ahora validaban el nuevo hallazgo.
Al margen de
esto, poco más se sabe, excepto que el ritmo de excavación con posterioridad a
la primera campaña volvió a los cauces normales de “velocidad” en una
excavación arqueológica, el mismo que se había achacado de lento a Lurmen.
¿Cómo se
encuentran los diversos procesos judiciales que se abrieron a raíz de estos
acontecimientos? ¿Cuál es el estado de la situación en el momento actual?
De los
procesos judiciales puestos en marcha a raíz de los acontecimientos, las
querellas por estafa interpuestas contra Eliseo Gil y contra mí, como socios de
la empresa Lurmen S.L, por ETS y EuskoTren se archivaron de forma definitiva en
fase de instrucción.
La querella
interpuesta por Diputación Foral de Álava contra Eliseo Gil y Oskar Escribano
por daños contra el Patrimonio, y contra Eliseo y Rubén Cerdán por estafa,
siguen aún en el Juzgado en fase de instrucción, después de seis años de
abrirse la causa.
Pero, como
ya he dicho antes, la condena mediática contra la figura del ex-director de las
excavaciones en el yacimiento es un hecho. Sin respeto alguno al derecho a la
presunción de inocencia, la maquinaria mediática puesta en marcha por la
Diputación Foral de Álava hizo efectiva dicha condena ante la opinión pública,
sin que aún haya nadie acusado de nada.
¿Le gustaría
volver a investigar en el yacimiento?
Más de una
vez me he hecho y me han hecho esa pregunta. Y no suelo saber bien qué
contestar. Por un lado, veo la investigación del yacimiento como una etapa ya
cerrada en mi vida y me intento convencer de que para mí sólo debe ser un
asunto al que seguiré vinculada tanto en cuanto se resuelva a nivel judicial.
Pero la verdad es que en Veleia he invertido muchos años de mi vida, mucho
esfuerzo profesional y personal, he vivido buenos y malos momentos, y he de
admitir que tengo una gran conexión emocional con el lugar, posiblemente por el
fuerte componente vocacional que en mi caso tiene la arqueología. Y esa
conexión emocional es positiva, pese a todo lo ocurrido con los grafitos. Así
que… a día de hoy, sigo sin saber bien qué contestar.
¿Cuál es su
conclusión final alrededor de todo lo que hace sucedido a lo largo de los
últimos años?
La verdad es
que han pasado mucho tiempo y muchas cosas. Nunca me hubiera imaginado que
siete años después de que una orden administrativa diera como falso un material
arqueológico, desviándolo de su natural cauce científico hacia un proceso
penal, íbamos a estar con el asunto sin resolver ni jurídica, ni
administrativa, ni científicamente. La resolución de este proceso judicial es
básica.
En este
tiempo se han ido aportando informes periciales, sobre todo desde la parte
acusada. Por otro lado, ésta ha solicitado insistentemente la realización de
pruebas analíticas sobre los grafitos, de cara a llegar a una solución
científica del caso. Y, sí, se ha llevado a cabo un estudio analítico pero el
cual, en mi opinión, lejos de aportar dicha solución, se ha limitado a una
evaluación superficial no resolutiva, aunque se pretenda presentar como tal.
Por ello
considero que el tema analítico sigue pendiente, ya que aún no se ha hecho una
investigación en profundidad de las evidencias físicas y mecánicas que tienen
los grabados y cuyo estudio sería realmente dirimente en el caso de la
autenticidad o falsedad. No son estudios complicados, apenas tienen costo y no
necesitan de mucho tiempo. Lo que parece es que no hay voluntad de hacerlos. La
resolución del caso penal es fundamental para dejar vía libre a la
investigación científica del materia.
Mi esperanza
es que el asunto termine resolviéndose por la vía natural de la que nunca
debieron sacarlo tan traumáticamente, esto es, la de la ciencia, de forma que
los grafitos puedan ser estudiados como se merecen, esto es, como un precioso y
valioso legado del pasado. Será entonces cuando puedan aportar toda la
información que contienen para avanzar seguro en nuestro acercamiento al
conocimiento de la historia, por muy particular que sea. Y este bien cultural
hay que mimarlo, ya que es de todos y nos fue legado por gentes que vivieron en
la antigüedad en una ciudad romana del Norte peninsular... en la Veleia que mencionan
los propios grafitos.