Los pesimistas que piensan que el latín está muerto se sorprenderán ver el entusiasmo de los jovenes del IES Usandizaga-Peñaflorida de Donostia que hicieron el cortometraje Bona Dea, con su impresionante parte musical.

Alicia Satué:

Hemos elegido un pasaje histórico acaecido el 4 de diciembre del año 62 a.C. que acarreó consecuencias en las vidas de personas como Julio César, Cicerón, el tribuno de la plebe Publio Claudio Pulcher, su hermana Clodia Pulchra y el amante de ésta, el poeta Catulo. Clodia llevó a Clodio disfrazado de mujer (de citarista, según Plutarco), a la ceremonia de la Bona Dea, reservada exclusivamente a mujeres (en la cual se desmelenaban según nos dice Juvenal en la Sátira I, 85), y fue descubierto por una esclava de la anfitriona de la ceremonia, Aurelia, madre de Julio César, mientras éste esperaba alejado de la reunión a Abra, esclava de Pompeya, la esposa de Julio César. Clodio fue denunciado por las Vestales, por Aurelia y por Julia (la hermana de Julio César) y conducido a juicio, donde sería atacado duramente por Cicerón, pero, según insinúa el mismo Cicerón en su discurso Pro Celio, el senado fue sobornado por los hermanos para fallar a favor del acusado (en la película así lo insinuamos). Julio César defendió a Clodio, a pesar de los rumores según los cuales se habría introducido en la ceremonia para encontrarse a solas con Pompeya, quien sería su amante, aunque la veracidad de este hecho sigue siendo un interrogante para los historiadores; Julio César, que se divorció de Pompeya por ese motivo, pronunció en aquel momento su famosa frase que, deformada por la tradición, es conocida como «La mujer del César no sólo tiene que serlo, sino también parecerlo», y que hemos incluido en una conversación que mantiene con ella, además de la original («Considero que los míos han de estar tan libres de crimen como de sospecha»), que es la que pronuncia en el senado. Julio César, ante todo un hombre de la política, defendió a Clodio no tanto por magnanimidad hacia su esposa sino porque le interesaba su presencia en el ámbito político, ya que ambos sentían inclinaciones semejantes a favor de la clase plebeya. De hecho, Clodio se hizo cambiar su nombre de Claudio a Clodio (en lo que lo siguió su fiel hermana) ya que así es como el vulgo pronunciaba su nombre (lo cual aporta interesante información acerca de la cronología de la evolución del diptongo au en o en las lenguas romances, así como muestra que la lengua oral no va de la mano con la escrita, ni la vulgar con la culta: en esa línea hemos apuntado también en la película que solamente los afectados pretenciosos de resultar helenizantes pronunciaban las haches, tal y como se nos informa en el genial poema de Catulo LXXXIV, que hemos debido eliminar de nuestra película con mucho dolor por excedernos en los 15 minutos establecidos).
Así, a consecuencia de la ocurrencia de Clodio y Clodia en la Bona Dea del 62 a.C., que se oficiaba en casa de Julio César por ser éste el pretor y el recién nombrado Pontífice Máximo, Cicerón y Clodio se enemistarían a partir de ese momento para siempre, lo cual terminaría con la muerte del joven Clodio, asesinado brutalmente por encargo mientras paseaba por la Vía Apia a la altura -precisamente- del santuario de la Bona Dea, habiendo enviado previamente Clodio cuando alcanzó cierto poder a Cicerón al exilio; Julio César se divorciaría de su esposa, la verdadera única víctima del sacrilegio de Clodio, y Clodia se ganaría la animadversión de Cicerón, quien hizo un retrato nada benévolo de ella y de sus «costumbres relajadas» en su discurso Pro Celio, pronunciado años más tarde en el juicio a favor de quien presuntamente habría intentado asesinarla porque le debía mucho dinero, por lo que habría sido llevado por ella al tribunal. Homenajeamos a Clodia, víctima de la envidia y de la censura de quienes no la entendieron como mujer liberada y adelantada en ello a su tiempo.

Docere et delectare: nos parece apasionante todo lo que puede aprenderse en torno a esta travesura de Clodio y Clodia y hemos intentado transmitirlo de manera amena y fiel a los testimonios escritos; hemos aprovechado la ocasión (cómo no) para deleitar aquí y allá con versos del maravilloso Catulo (también el himno a la Bona Dea, compuesto ad hoc por mi padre, Enrique Satué, está adaptado de su poema XXXIV dedicado a Diana), y con citas literales de Cicerón (en la escena del juicio) tomadas del discurso Pro Celio, rindiéndoles así a ambos homenaje literario. Los subtítulos que están en cursiva son versos de Catulo o bien citas de Cicerón, a lo que hay que añadir las palabras textuales de Julio César referentes a su divorcio mencionadas más arriba. Cabe señalar que hemos cambiado en el inmortal poema V de Catulo de la escena final el pseudónimo que daba a Clodia (Lesbia) por el verdadero nombre de su amante, en una interpretación nuestra según la cual el poema habría sido compuesto improvisadamente por ambos.