(adaptado de aportaciones de Bernat Mira Tormo
al círculo de discusión LenguaIberika)


A BILBAO lo traduce el donostiarra Nicanor Narbarte por “pueblo en parte baja”. La O podría venir de BO= “alto”, es decir, pudiera ser que del monte Archanda o BIL-BO se trasladaran a la parte baja o BIL-BE, BIL-BA; y/o que BIL-BA-BO fuera  = “pueblo bajo-alto”. 
Lo cierto es que el euskérico ‘bil(du)’ está claramente presente en etimologías previas al latín, y especialmente en la toponimia ibérica. Es previsible, siendo una antigua palabra vasco-ibérica BIL = “cercado”. Por ejemplo, está presente en Bil-bil-is como antiguo nombre ibérico de Calatayud (¿por ser antiguamente un poblado doblemente cercado, ya que la repetición de adjetivos es enfatizadora en euskera?).
Se dice que VILA y VILLA son de origen latino, pero el latín debió de coger cosas del anterior sustrato preindoeuropeo con el que el euskera está ligado. Y podría muy sencillamente haber pasado al latín por medio de la gran aportación de la lengua etrusca a este idioma tardío.
Aquí tenemos un caso, una etimología clara con “villa”:
BIL = ‘población cercada’ o “pueblo” à  BILA = “el pueblo” à VILA = “pueblo” en valenciano y gallego; y VILLA = “pueblo” en castellano.
Igualmente, gran parte de la toponimia italiana y de las grandes islas de Córcega, Cerdeña y Sicilia pueden traducirse por la lengua vasca, pero no por el latín. Un ejemplo son los datos mostrados recientemente por Euskararen aztarnak Sardinian? de Juan Martin Elexpuru (2017, Pamiela). 
El latín y el euskera comparten mucho léxico, pero demasiado frecuentemente se presuponen préstamos ‘latínàeuskera’, sin argumentar por qué no fue posible un previo paso ‘protoeuskeraàlatín’.
Nunca olvidemos lo que contestó Barandiaran cuando le preguntaron si el euskera venía del Cáucaso: “lo mismo se tarda en caminar de allí hasta aquí, que de aquí hasta allá”.