Ceacia es hilandera. Contogatos es un artista celta. Caecilia puso el nombre de su hermana Paula a su segunda hija, y a su vez Paula espera una hija -su primogénita- a la que llamará Dalia. Víctor, el marido de Caecilia, es un emblema en la ciudad. A su hijo Víctor le encantan los barcos y Lidia acaba de cumplir once años. Todos ellos viven en Iruña-Veleia. Corre el siglo III.








“Otro uso completamente anómalo es el de la flecha para indicar que el texto continúa en otro lugar, como llamada de atención. Así aparece en una fusaiola, nº 10953 (sector 5) donde se lee CONTOGA en la corona con una marca de flecha dirigida al borde, donde se ha escrito “TOS” como final de la palabra, por tanto, de esta palabra contogatos. Por lo demás, el texto resulta apenas comprensible: CONTOGA[TOS (en el borde marcado por la flecha)] AT (espacio vacío) CIIACIA MIIA (Ceacia mea?, ¿tal vez por Caeci<li>a mea, como se lee en otras piezas?)” (Isabel Velázquez, págs. 17-18)


 (sector 5) (Base): AT. CIIACIA . MIIA . CONTOGA – TOS

Que el uso de una flecha para indicar dirección de lectura sea poco frecuente o raro en la epigrafía antigua no significa necesariamente que sea anómalo. La flecha es una herramienta de prácticamente tanta antigüedad como el ser humano que aparece profusamente dibujada en las pinturas rupestres del arte prehistórico, y siempre se mueve en la dirección que apunta su vértice. Por tanto, no debería parecer extraño o anómalo un uso tal de este signo. Además, no parece tratarse tanto de una flecha como de un guión que une CONTOGA y su continuación -TOS escrita en el borde de la pieza, por lo que no puede apreciarse en la fotografía. ¿Sorprendería tanto como una flecha el uso de un guión para indicar dónde continúa una palabra que está dividida? (La cuestión de la flecha se trata en el post http://www.amaata.com/2013/03/el-grafito-del-signo-matematico-de.html)


El texto inciso sobre esta fusaiola de arcilla cocida no nos parece que sea apenas comprensible: AT. CIIACIA . MIIA . parece querer entenderse como “para mi Ceacia”, y Ceacia a su vez podría corresponder al nombre femenino Caecilia  que aparece como Ceacilia en otros grafitos de Iruña-Veleia:


 (sector 5): TITO-PAVLA – CIIACILIA-VICT / IA IDIA PAV V

(Sobre el vientre de PAVLA: DALIA)
 (sector 5):  CII / ACIL / IA


Sabido es que el diptongo ae ya desde probablemente el siglo I a.C. se pronunciaba /e/,

por lo que debemos considerar este error ortográfico una hipercorrección en donde se ha pretendido escribir la grafía conservadora del ya monoptongado e y se ha hecho invirtiendo el orden de las vocales. Es comprensible que el nombre que sonaba Cecilia fuera escrito con el comienzo Ce-, y al mismo tiempo el desconocimiento del origen ae de esa e sería un dato interesante para nosotros, en el sentido de que podemos intuir muy lejana ya en el tiempo la grafía del diptongo completo en la epigrafía doméstica y entre personas de no demasiado nivel cultural o no precisamente eruditas al menos.


Un caso de hipercorrección idéntico de cambio de orden de las vocales (ea por ae) en el antropónimo Caecilius nos lo muestran también dos inscripciones registradas en Epigraphik Datenbank:

Publicación: CIL 06, 03581 = AIIRoma-10, 00149d – Provincia: Roma – Lugar: Roma

D(is) M(anibus) / M(arcus) Ceacilius M(arci) fil(ius) Roga/tianus mil(es) et Claudiae / Severae co(n)iugi et fili(i)s / et filiabusque et nepoti/busque eorum et posteris/que eorum et libertis libertabusque


Publicación: CPILCaceres 00306 = ERCCaceres 00063 = HEp-10, 00120 = HEp-13, 00237 = AE 2002, 00690 – Provincia: Lusitania – Lugar: Ibahernando

Colu(au) P(ublius) / Ceaciliu/s Maxsu/mus(!) l(ibens) a(nimo) / s(olvit)

Idoia Filloy (pág.71), respondiendo a Ciprés y Santos Yanguas, quienes también sospecharon la falsedad de esta pieza incluyéndo el nombre Ceacia en la lista de nombres no documentados o poco frecuentes de su informe, plantea la hipótesis -y bien hace-  de que Ceacia pueda tratarse de un unicum de raíz latina, y también apunta la posibilidad de que no esté incorrectamente escrito por Caecilia aún siéndolo, sino que debido a la falta de espacio epigráfico no se llegaría a escribir entero, lo cual es habitual en la epigrafía doméstica romana: 


“No hay que descartar que dado el poco espacio disponible para el desarrollo de la frase, el nombre Ceacia esté abreviado y corresponda quizás al de Ceacilia”.


En cuanto a la apenas comprensible sintaxis, probablemente Isabel Velázquez no ha considerado la posibilidad de que AT corresponda a la preposición de acusativo ad, por un lado porque presenta la final T y por otro porque ella esperaría que el complemento indirecto “para mi Ceacia” estuviera declinado en dativo, al más puro estilo del latín clásico, pues es siempre desde este latín concreto -al igual que otros miembros de la comisión científica- desde el que evalúa siempre la corrección y la gramaticalidad de los textos de los óstraca de Iruña-Veleia.


El latín, empero, no es la momia literaria embalsamada en el siglo I a.C. que se enseña a los alumnos de letras y que en los exámenes de selectividad se reduce -una pena- a las batallitas de Julio César: la latina es una lengua intrépida y creativa de muchos siglos, y si consideramos que sigue viva y recibiendo léxico actual como computatrix para decir “ordenador”, entonces es una lengua de casi treinta siglos ab urbe condita.

En el latín vulgar del siglo III “para mi Ceacia” no sería un dativo Ceaciae meae, sino una forma evolucionada de acusativo con ad: ad Ceaciam, en donde la –m final ya no se pronunciaría (desde probablemente el siglo I d.C.), de modo que no es sorprendente encontrar la forma Ceacia:


“El dativo de atribución y el genitivo de posesión han corrido una suerte especial  que desembocaría en su eliminación (menos en rumano). El dativo alternaba, desde Plauto, en función de complemento indirecto, con el giro ad + acusativo, al principio con diferentes valores: en vez de la construcción normal dare alicui, se lee, por ejemplo, en Plauto Capt. 1019 hunc ad carneficem dabo “entregaré a este hombre al verdugo”, Epid. 38 ad hostis exuvias dabit “abandonará los despojos al enemigo” (donde no hay, ciertamente, idea de movimiento); con los verbos “decir”, “anunciar”, etc.: Cic. Verr. 3, 101 cum haec ad eum adferrentur, Hor. Sat. 2, 6, 90 tandem urbanus ad hunc…inquit. Por fin, la diferencia entre las dos construcciones se esfuma por entero en latín tardío: Greg. Tur. Franc. 10, 9 miserat ad eum obviam…clericos; ibid. 2, 3 ad episcopum aiebat”. 

(Veikko Väänänen, Introducción al latín vulgar, págs. 200-201)


Väänänen añade a continuación: “Además, el giro preposicional era un cómodo expediente cuando se trataba de nombres propios exóticos (indeclinables), como sucedía mucho con los nombres bíblicos, lo cual ha tenido que favorecer el uso de la expresión analítica: dixit ergo ad Ioseph, locutus est Deus ad Noe, etc.”

Teniendo en cuenta que entre los hallazgos excepcionales veleyenses han aparecido numerosos grafitos con nombres bíblicos, podemos deducir que el contexto cultural de Iruña-Veleia favorecía el uso de la expresión analítica y que AT CIIACIA MIIA podría claramente significar “para mi Ceacia” sin que la traducción sea, como Velázquez dijo, apenas comprensible. Como queda justificado tras la cita de autoridad de Veikko Väänänen, la traducción “para mi Ceacia” no sería en absoluto descabellada. Tan sólo presentaría una preposición ad con final T que tampoco debería escandalizar, dado que ambas consonantes pertenecen a la misma articulación en cuanto al lugar en que son pronunciadas -ambas son oclusivas dentales-, por lo que la confusión de una por otra entra en el repertorio de fenómenos fonéticos universales más extendidos y comunes.

Los dobletes ad / at, apud / aput parecen haber coexistido desde época muy antigua, sin que podamos determinar una repartición estricta desde el punto de vista de la fonética sintáctica. Quintiliano, Inst. 1, 7, 5, se apresura a constatar, a propósito de ad / at, que “la distinción entre ad con d como preposición y at con t como conjunción es observada por muchos”. Lo mismo sucede con apud / aput, siendo la segunda forma frecuente en las inscripciones y en los manuscritos desde la Lex Iulia municipalis de las tablillas de Heraclea (del año 45 a.C.), donde se lee aput forum, aput exercitum. Por lo que toca a la consonante final de ad, et, aut y quid, hay que suponer, para el románico primitivo, una dental sonora (constrictiva con toda probabilidad) delante de vocal, mientras que delante de consonante ha habido o bien asimilación o bien reducción a muda: cf. it. a Pietro [app-] – ad Adamo; e tu ed io “y tú y yo” (este último uso no es, en verdad, observado con demasiado rigor); asimismo en a.fr. en la Vie de saint Alexis: ad un conte, e justice ed amur; quid > a.fr. que y qued (facultativo delante de vocal)”

(Veikko Väänänen, Introducción al latín vulgar, págs. 132-133


En las bases de datos epigráficas, por otro lado, existen muchos ejemplos de AT por ad (presentamos dos): 

CIL 04, 02013 (p 214); EDCS-28800599; Latium et Campania / Regio I  (Pompei):
Ni{y}c{h}erate v/ana succula / qu(a)e amas / Felicione(m) / et at porta(m) / deduc<i=E>s / illu<d=C> / tantu(m) / in mente / (h)abeto
OBuNjem 00015; EDCS-34800180; Africa proconsularis (Abu Nujaym / Gholaia):
VIII Id(us) Octob(res) n(umerus) LVIIII / in his |(sesquiplicarius) I [3] / proculcator [3] / optio [I] / a<d=T> porta(m) [3] / ad signas [3] / ad praeposit[um 3] / de spec(u)lis [3] / ad balne[um 3] / missi a[d 3] / (a)eg[ri




Quedaría por explicar el extraño nombre CONTOGA-TOS. Velázquez no parece haberse molestado demasiado en investigarlo, pues nada más dice al respecto del texto de esta fusaiola que sin embargo le resulta apenas comprensible. Tampoco Gorrochategui le dedica interés, pues no la menciona en su informe.

Héctor Iglesias, por el contrario, sí se ha informado, y dice (pág. 64)
que se trata de un antropónimo celta compuesto de dos elementos, conto– (“cien” – cf. latín centum-) presente en los nombres Contobouiouindillus, Contumeliosus, Contucianco, etc, recogidos por Delamarre en Nomina Celtica Antiqua Selecta Inscriptionum (pág.73), y el antropónimo Cattos “gato” existente en abundante antroponimia céltica (Cattus, Abucatos), de donde Contogatos significaría “cien gatos” y aparecería en este verticillus bajo una variante tardía con sonorización de la oclusiva sorda intervocálica. No pierde ocasión Héctor para remitir a las páginas  56 y 57 y 104, 105 y 106 de la Introducción al latín vulgar de Veikko Väänänen en busca del argumento de autoridad que dará su visto bueno a la hipótesis, ya que éste muestra cómo ya en Pompeya se encuentran casos de sonorización de las sordas intervocálicas (Pagatus por Pacatus).
Otro significado posible del indoeuropeo *konto– sería “punta, dardo”,
elemento presente en antropónimos célticos como CONTVCIVS y CONTVCIANCO (CIL II, 3120) (Francisco Villar / Blanca Prósper, Vascos, celtas e indoeuropeos, pág.223)




El nombre puede hacer pensar asimismo en el adjetivo latino contogatus, que significa socius, sodalis, qui toga pariter utitur, o “compañero de toga”, pero la terminación en –os para el presumible nominativo escaparía al esperado –o del latín vulgar que encontramos en los grafitos veleyenses y al clásico –us, presentando un aspecto de aparente acusativo plural que sí seguía operativo en el latín tardío y que ha sobrevivido hasta nuestros días en el plural temático, o bien de una forma de masculino en –os, como Marcos



Contogatos sería, pues, tal vez un hombre celta -no el único en Iruña-Veleia: recordemos a Deidre, a Riamo y a tantos otros de nombre asimismo céltico- que grabó la inscripción para su Ceacia y además la firmó en una fusaiola para el huso de hilar de ésta (por ejemplo). Sabemos gracias a este grafito, podemos decir, que existió una mujer o una niña llamada Ceacia -o Ceacilia o Caecilia- en Iruña-Veleia que hilaba y por la que sentía algo bonito nuestro Contogatos, a juzgar por el esmero de la inscripción. Contogatos pudo ser su padre, su marido, su amante, su amigo. Por lo que no estaría de más conjeturar -sólo como posibilidad- que tal vez Ceacia -y no Caecilia- podría ser un antropónimo céltico también, femenino, poco o no antes documentado pero no por ello inexistente ni mucho menos falso. Sería simplemente un tema investigable y estudiable.

En la pieza nº 12046 de la cual hemos visto la fotografía porque en ella aparece el nombre CIIACILIA, ésta aparece dibujada junto a un tal VICTOR. Pocos datos más tenemos para indagar en la relación entre Contogatos y Caecilia / Ceacia, que parece más unida a Víctor -o al menos en algún juego de niños tan sólo, tal vez: no sabemos si se trata realmente de un árbol genealógico- que al detallista Contogatos.


Quizás Ceacia no era sólo la Ceacilia de Contogatos: también pudo Víctor considerarla su Ceacilia. Apuntamos la posibilidad inspirándonosla la pieza nº 11075 en la que se lee sobre el cuello de una botella VICTOR / XI OPT / MEA:


 (sector 5): VICTOR / XI OPT / MEA



“Víctor para mi la mejor de once años”. Evidentemente se trata de una mera propuesta imaginativa y empática para con el grabador de un texto de dudosa traducción, en donde el adjetivo superlativo optim(¿a?) está incompleto y el numeral XI resulta de difícil interpretación. Hemos entendido -o decidido entender con tal de avanzar- que Víctor es quien dedica la botella, quizás como regalo de cumpleaños, a alguien -el posesivo MIIA delata el género femenino-, a quien llama “la mejor”, en el día en que cumplía once años (XI). (Por ejemplo). El que optima (por un más clásico optimae meae en dativo clásico, cuya forma asimilada a la de acusativo ha perdido ya la –m final) esté abreviada no debe resultar en absoluto sorprendente en la epigrafía romana. Está bien documentado.

Víctor podría ser el padre, el hermano, el primo, el amigo, el vecino, el maestro, el enamorado de esa “la mejor” de once años. Que, por qué no, podría ser Ceacia (o Caecilia), pues en la pieza nº  12046 la vemos casi de la mano de Víctor: desde luego forman pareja. 

Ahora bien: hay dos Víctor: el padre y el hijo:


 (sector 5): VICTOR / PATHER / VICTOR / FILIO

De modo que ¿quién es el Víctor para quien Caecilia sería “su la mejor”? El padre, presumiblemente. Observemos de nuevo la pieza nº 12046 (la ocasión lo merece):

 (sector 5): TITO-PAVLA – CIIACILIA-VICT / IA / IDIA PAV / VI 

Parece obvio que CIIACILIA (Caecilia) y Víctor son pareja, pues aparecen juntos, al igual que Tito y Paula, mientras que debajo de ellos hay otros dos grupos, uno de dos personas de las cuales desconocemos los nombres y otro de tres personas o personitas (por su caracterización aparentan ser menores de edad que los demás) llamadas ¿L-IDIA?, ¿PAV-la también, como la que podría ser su tía? -nótese que una línea une a Paula y a Ceacilia– y ¿VÍ-ctor el hijo (VICTOR FILIO de la pieza nº 12043)?



Si el regalo de la botella inscrita lo realizó Víctor padre y era para Caecilia, como hemos planteado hace un instante, entonces XI no debe estar indicando la edad puesto que Caecilia y Víctor parecen ser padres de tres hijos, si hay que entender como un árbol genealógico este dibujo. Y nuestra fantasiosa propuesta de traducción de texto VICTOR XI OPT MIIA simplemente se esfuma de la imaginación.  

Si el regalo de la botella inscrita era para la hija de Víctor, entonces “su la mejor” es  Lidia o Paula. Si observamos en detalle la pieza, veremos que Lidia es mayor que Paula y que Víctor hijo es un niño muy pequeño. Tan pequeño como para no haber sido él quien realizó la inscripción en la botella para su hermana de once años, pues él tendría menos 

de once y las letras grabadas sobre la botella denotan un autocontrol y un dominio del pulso y la fuerza bastante considerables.



Así que aquel hombre llamado Víctor regaló a su hija de once años en el día de su cumpleaños una botella en la que grabó “Víctor a su la mejor de once años”, en donde se sobreentiende que optima acompaña al omitido por obvio -para ellos dos- filia. Si era “su la mejor”, nuestra intuición nos dice que ella era la primogénita Lidia. (De modo que Paula tendría nueve o diez años -en el dibujo parecen bastante seguidas- y Víctor ocho o nueve o menos).


¿A dónde queremos llegar con todo esto? (!)


¿Quién era la Ceacia de Contogatos

Si Ceacia y Ceacilia son la misma mujer, entonces nos tememos que los siglos y la arqueología han descubierto que Víctor no era el único hombre en el corazón de Ceacilia. Contogatos, el celta, el del extraño nombre (el del absurdo nombre “Ciengatos”, diría Víctor), la llama “mi Ceacia”, comiéndose la penúltima sílaba, por cierto, y calculando mal el espacio epigráfico disponible de modo que su última sílaba (-TOS) no le cupo y hubo de grabarla en el borde, chapuza ante la cual se le ocurrió grabar una flecha (o un simple e insignificante guión) para unir la primera parte de su nombre (CONTOGA-) con el final, que quedaba fuera de juego y de la vista del mensaje. 

Si Ceacia y Caecilia no son la misma mujer, entonces sentimos haber pensado tales cosas sobre Caecilia sin apoyarnos en realidad en argumento sólido alguno (lo reconocemos, tan sólo queremos agotar todas las posibilidades, o casi todas, entiéndasenos cuando tratamos humildemente y simplemente de hacer ciencia-ficción); sentimos también las molestias que hayamos podido causar al respetable Víctor pater familias de tres hijos o a su memoria y lamentamos asimismo el sanbenito que le hemos atribuido infundadamente a Contogatos de segundo plato. “Contogatos el segundos platos”.
Además, Víctor padre quizás no sólo era un pater familias respetable, sino también venerable, puesto que a lo mejor era un sacerdote, si es que Idoia Filloy (págs. 363-364) está bien encaminada cuando propone la interesante hipótesis de que la palabra PATHER con H de los grafitos veleyenses indicaría ese rango y diferenciaría en la lengua escrita al pather espiritual o pontífice del pater o padre en su sentido biológico.

Y es que en la pieza 12043, en la que hemos leído VICTOR PATHER, patHer aparece con esa H. Víctor sería, entonces, un sacerdote o desempeñaría un papel importante como guía espiritual o algo parecido. Piénsese que estas piezas proceden del sector 5 y no del sector 6: esto es, fueron halladas en el paedagogium y no en la domus ecclesia, con cuyos grafitos presenta notables diferencias, sobre todo de contenido, ya que los últimos son eminentemente judeocristianos en cuanto a su temática y presentan nombres hebreos, mientras que el conjunto del paedagogium es prácticamente romano o -podríamos decir, por crear una antítesis- prácticamente (sólo prácticamente) pagano. Es decir, que no estamos afirmando específicamente que Víctor sea un visionario cristiano como Samuel.

Pudo serlo de Mithra, de Cibeles o (de) la Mater Dea, de Isis o de quién sabe qué secta mistericosotérica de las muchas que proliferaban en los siglos II y III y en adelante en todo el imperio romano. Y tenía un hijo pequeño que se llamaba también Víctor. A quien le gustaban los barcos, como atestigua el que en el grafito 12043 haya uno grabado al lado de él. (¿Sería marinero en Oiasso Víctor hijo?)

Y sentimos, en fin, haber confundido a Ceacia con la mujer de Víctor pather y madre del pequeño Víctor, Lidia de once años y Paula, Caecilia.


…¿Quién es Ceacia?

 (sector 5)

Quizás ésta tenga más cara de Caecilia que de Ceacia. Probemos con ésta:


 (sector 5)

No; de ser alguien de este círculo, ésta debe ser la hermana de Caecilia, Paula, la pareja de Tito (vid. nº 12046). Imaginamos que es la hermana de Caecilia y no su madre -están unidas mediante una línea- porque sobre el vientre de Paula aparece escrito DALIA, de lo que se deduce que está embarazada, dato que nos disuade de considerar a Paula la madre de Caecilia.



 (sector 5)

…Bueno, en realidad lo que queríamos era ponerle cara a Ceacia, sin más. Al menos se la hemos puesto a Caecilia y a su hermana, Paula, si hay que entender el grafito como un árbol genealógico. Y en realidad ambos retratos se parecen ligeramente entre sí (¿?) 🙂

Existen otras cuatro piezas en las que aparece un rostro femenino, pero no proceden del sector 5, como las del círculo de Caecilia y de Víctor, sino de otros sondeos o sectores excavados, por lo que no procedería atribuirlos a quien habitaba el sector 5.




Podemos decir algo a favor del celta Ciengatos -a secas, sin ser el segundos platos- cuya supuesta errata Ceacia no era, entonces, tal, sino que su querida se llamaría realmente Ceacia -tal vez celta también ella, tal vez indígena caristia- y por lo tanto el único error que habría cometido al grabar la inscripción -tarea ardua y costosa- habría sido el humanísimo de, efectivamente, no haber sabido calcular la distancia y el espacio entre las letras ni el tamaño idóneo de éstas de modo que le cupiese el texto que comenzó a grabar en una fusaiola de la hilandera Ceacia:

Contogatos tenía buen gusto y realizó las incisiones de su texto con delicadeza y belleza. No es la primera ocasión en que nos encontramos con un celta de buena caligrafía, si pensamos en Deidre y su curiosa innovadora firma con combinación de mayúsculas y minúsculas:



Es una pena no contar con más textos y vestigios en torno a los ya entrañables  Ceacia, Caecilia, Víctor, Lidia de once años, el pequeño Víctor, las dos Paulas, incluso Tito y los otros dos personajes del grafito nº 12046 cuyos nombres desconocemos, y evidentemente es también una lástima no tener más información sobre el misterioso celta Contogatos, quien al fin y al cabo fue el artista del grafito por el que hemos llegado hasta este punto en el terreno de la fantasía (que no de la ciencia, lo reconocemos, pero por la imaginación empieza todo) para poder ahondar más en la pista de estos personajes veleyenses. 

Pero antes de quedarnos con las manos semivacías -conformes nos quedaríamos con todo lo que conocemos de Caecilia y Víctor, mas no satisfechos-, podemos intentar avanzar mediante esas mismas vías interpretativas que nos han divertido y que conducen a través de los terrenos de la imaginación. También lo hacemos, reconocemos esto también,  porque existen abundantes grafitos entre los hallazgos excepcionales de Iruña-Veleia en los que sólo hay dibujos sin texto que los acompañe (no mostrando por ello ningún problema lingüístico, aunque han sido también metidos en el saco de los grafitos falsificados) que merece la pena que se conozcan. Este hecho, a la hora de reconstruir la vida de Iruña-Veleia en el siglo III, nos referimos a descartar toda la iconografía que habla desde las piezas tanto como los mal escritos –dirán algunostextos, nos parece lamentable para un espíritu que quiere ser científico, por lo que nosotros queríamos darles un escaparate a esas piezas carentes de texto pero a veces tan elocuentes con la imago per se. Ecce el porqué de traer a colación tantas fotografías de piezas que -sólo aparentemente: estaban en el mismo contexto estratigráfico- no vienen a cuento.

De hecho, hay entre los hallazgos un pondus de arcilla cocida procedente del sector 5 -es decir, otra pieza de telar de hilandera, como el verticillus de Contogatos- que podríamos suponer o querer suponer para avanzar perteneciente también a Ceacia, en cuyas cuatro caras se observan dibujos de figuras femeninas:





¿Realizó Contogatos esos dibujos para su Ceacia? ¿Es Ceacia la mujer representada en ellos? ¿Es Ceacia también la Venus de los turgentes senos de la pieza nº 12110?

Y, pensando en el nombre de Contogatos, nos preguntamos aún: ¿es esta pieza también un regalo de Contogatos para Ceacia, en donde habría dibujado de nuevo a su Ceacia tal y como la evocaba en su imaginación y en donde su firma o él mismo estaría debajo de la mesa representado con simpática complicidad por un gato? ¿Lo dibujado a la izquierda y que asemeja a un muro podría ser el telar de Ceacia?




Muchas interpretaciones se pueden extraer de piezas como éstas, en las que la ausencia de texto -que en aquellas que lo tienen suele ser el motivo para que hayan sido consideradas falsas por la comisión científica- abre irremediablemente las puertas a la imaginación y a la especulación más absolutas. En este óstracon en concreto, la jarra sobre la mesa, la mujer yacente y la presencia del gato bien podrían inspirar una escena de brujería, muy común en la época si nos atenemos al cuadro social que nos brinda Apuleyo en su obra El asno de Oro,  pero lo cierto y lo que nos interesa recordar aquí es que entre los hallazgos excepcionales de Iruña-Veleia hay cientos de grafitos esperando una investigación que bien merecen y que se les ha arrebatado a nuestro parecer injustificadamente o no suficiente o admisiblemente justificadamente.

  

En todo caso, en fin, no nos parece que este grafito nº 10953 que realizó Contogatos -fuera él celta o caristio o cosmopolites– presente pruebas fehacientes de falsedad o falsificación si ellas son -para Isabel Velázquez- la flecha para indicar que el texto continúa en otro lugar y la lectura apenas comprensible del texto.